Querétaro está cerca de cumplir medio año en esta pandemia de Covid-19, pues ya son 169 días desde que se detectó el primer caso.
La emergencia sanitaria deshizo y rehízo los planes de todos: los gobiernos, el sector productivo, las familias, el sector salud. El Hospital General de Querétaro, del ámbito estatal, fue reconvertido para la atención exclusiva de pacientes con alguna Infección Respiratoria Aguda Grave (IRAG).
El Hospital General, ahora conocido como Hospital Covid, se convirtió en una fortaleza; la vigilancia en sus alrededores, las vallas metálicas que impiden que la gente se acerque ahí siguen. Entrar, con previa autorización claro, no tiene mayor conflicto: gel antibacterial, uso obligatorio de cubreboca y listo, a oficinas directivas.
El Covid cambió la dinámica del área de oficinas, todos con cubreboca, alcohol-gel en todos los escritorios, limpieza y sanitización constante por todas las áreas comunes; nada diferente a la “nueva normalidad” de todos los espacios públicos y laborales.
De ahí, el traslado al área de terapia intensiva, en el camino hay que cruzar por el área que antes era de consulta externa; esa zona que todos los días estaba repleta de pacientes, de familiares ahora parecen zona fantasma. Las hileras de asientos solas, espacios incluso a media luz porque en realidad no son necesarias.
Carteles en todos los pasillos con las recomendaciones para el personal: “usa cubreboca”, “usa gel”, “ropa de civil para ir al hospital y regresar a casa” (por aquello de las agresiones).
Los elevadores son para uso de dos grupos: paciente Covid y pacientes no Covid, pero el personal prefiere las escaleras.
Antes de que personal ingrese a la zona de terapia intensiva, comienza el ritual: tener equipo de protección completo antes de ponerlo. Primero el lavado de manos, después el primer par de guantes, luego un par de botas de tela, seguido del overol (que nunca debe tocar el piso), la mascarilla, protector ocular, gorro quirúrgico, una capa más de protección con una bata quirúrgica, último par de guantes para sellar todo.
El calor se siente desde los primeros tres minutos, así pasa todo el personal entre ocho y 12 horas, según el turno laboral; sin comer, sin tomar ningún líquido, sin ir al baño, sin siquiera tocar paredes o áreas que pudieran contaminar.
La terapia intensiva es la de más carga viral, este viernes había seis pacientes: cuatro hombres, dos mujeres, cinco de ellos con más de 50 años de edad; sus canas y arrugas en la piel corroboran los que se ha dicho en esta pandemia: las y los adultos mayores son los más vulnerables, informó Marco Antonio Hernández Flores, jefe del área de urgencias del Hospital.
Hasta ahora, refirió, el 60% de las muertes de Querétaro son de personas que rebasan los 60 años de edad.
Más allá de las discrepancias entre el sindicato de salud y las autoridades estatales sobre las verdaderas cifras de camas ocupadas o disponibles, una verdad prevalece: el personal está cansado. Casi seis meses de pandemia y la emergencia se volvió rutina.
Aún así nadie se acostumbra a la muerte de quien no debió morir, no así, no por una enfermedad que ha resultado devastadora porque no hay cura, no hay medicina -hasta ahora- capaz de anular directamente al SARS-CoV-2, no hay vacuna, y hay millones de personas en México con enfermedades crónicas.
Nadie se acostumbra a ver desfilar, todos los días, nuevos pacientes que -en el mejor de los casos- se queda algunos días en vigilancia, sólo con suministro de oxígeno. El nivel de emergencia va en ascenso, primero al piso de nivel verde, luego amarillo, código rojo y al final, la terapia intensiva, la antesala del indeseable desenlace.
Al lado derecho de la cama, un paciente intubado está conectado a ocho aparatos que miden la funcionalidad de cada órgano; en el lado izquierdo está el ventilador y el equipo para medir los signos vitales.
El tubo conectado a la tráquea, y el tórax que sube y baja por la ventilación mecánica; ese pecho que sube y baja tomó una forma cuadrada, el de una pequeña caja que permite que el paciente reciba oxigenación en la sangre. Para la atención de la emergencia fue necesario habilitar un segundo tanque para suministrar el oxígeno a todo el Hospital.
Aunque el nosocomio tiene en sus almacenes cajas y cajas de equipo de protección, así como ventiladores listos para que los ingenieros los habiliten y los usen en los pacientes, el problema en México y en Querétaro no ha sido la existencia de camas disponibles, sino el retraso en la atención.
Ese retraso no porque el personal de salud no les haga caso, sino porque hay decenas de casos en que las personas no querían creer que tenían Covid.
“La gente piensa que esto ya se acabó, pero estamos muy lejos de eso; aquí hemos tenido muchos casos de personas que fueron primero con un doctor, luego con otro, y no quisieron aceptar que tenían Covid o toman medicamento para una gripa, una faringitis, y llegan aquí con la enfermedad muy avanzada”, mencionó Hernández Flores.
“Aquí llegan pacientes todos los días, algunos más graves que otros, algunos sólo para observación. Aquí también tenemos cubículos para pacientes intubados, incluso hay quienes llegan ya intubados desde la ambulancia. Lo importante es que la gente aplique las medidas sanitarias, que sepa identificar la enfermedad, que acepte la enfermedad y que llegue a tiempo”.