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Liliana Ruiz Carrasco se desempeña como perito traductor de lenguaje de señas mexicano en el Tribunal Superior de Justicia. Desde hace 25 años se dedica a interpretar el lenguaje de señas, pues le gusta romper las barreras del silencio y ayudar a quienes por ser sordos no pueden comunicarse con el resto de las personas.
Vestida de negro, con voz tranquila y una sonrisa, Liliana, también directora de la Asociación Queretana de Intérpretes, explica que siente una gran satisfacción de ayudar a las personas que no pueden oír en su día a día.
“Ser un puente de comunicación hacia ellos, se les debe mucho, estamos en deuda con ellos. Es un gran privilegio, pero también es una gran responsabilidad, con muchos retos, pero con grandes satisfacciones”, subraya.
Liliana ayuda a hacer una entrevista a un joven sordo. Interpreta, en lenguaje de señas, las preguntas para el joven que responde con las manos. Liliana, con su voz, le pone sonidos a los movimientos y señas del muchacho que explica su experiencia como sordo.
Apunta que intérpretes certificados en el estado de Querétaro sólo hay dos. Ella y otra de sus colegas, las dos mujeres. Sin embargo, también existen otros intérpretes en formación, aunque dice que no sabe a ciencia cierta el número de los mismos.
Señala que estos intérpretes, por el hecho de no ser certificados, no son profesionales, pues unos están en formación y otros se esmeran en ser profesionales.
Comenta que en México su profesión, como tal, no está reconocida, no es una carrera más que se estudie en una universidad. Las personas interesadas en aprender lenguaje de señas lo pueden hacer, y tener otra profesión para complementar sus actividades.
“Sin embargo, aquellos que nos dedicamos a esto desde un inicio, terminamos nuestros estudios básicos, como el bachillerato, y lo que queremos alcanzar no es una licenciatura, porque no existe en México, pero sí podemos alcanzar la profesionalización y la certificación, que es lo que todos queremos”, precisa.
Recuerda que en otros países, como España, su trabajo se reconoce como tal, como una profesión. Indica que hay universidades que en sus carreras de lenguas se enfocan al lenguaje de señas.
Luego, Liliana es intérprete de una entrevista entre el joven sordo y la regidora Claudia Valera. El joven, usando el lenguaje de señas mexicano, pregunta. Liliana, atenta a los cuestionamientos, explica ahora a la regidora la pregunta.
Dice que hasta hace poco se reconoció en México el lenguaje de señas mexicano como una lengua más, pues se pensaba que no lo era, pero lingüísticamente hablando cumple con todos los parámetros de una lengua oral. Sin embargo, falta la aceptación, el reconocimiento como tal, al igual que las lenguas indígenas.
Comenta que hay escuelas e instituciones que dan cursos de lenguaje de señas, pero ninguna puede dar una certificación en el mismo. La única certificación oficial es la que da el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (Conocer), a nivel nacional. La última se hizo hace casi un año.
“Puedes estudiar cursos de formación de intérpretes, pero ninguno te da una certificación. Escuché que el DIF de la Ciudad de México también está dando cursos. Hay una academia en la Ciudad de México, en Xochimilco, que está prometiendo una certificación después de dos o tres años de estudiarla, pero no conozco muy bien el tema. La certificación que conozco es la del Conocer”, asevera.
Como la única perito traductora le ha sucedido que tiene que estar disponible en todo momento para brindar apoyo a una persona sorda que requiera de un trámite y haya tenido un problema legal. “No puedo darme el lujo de decir: al rato que amanezca. Tengo que ir, asistirlas. Sean culpables o inocentes, eso lo determina un juez, pero mi deber humano es ayudar”, enfatiza.
Liliana se sincera, dice que su trabajo como intérpretes no es de caridad, “no somos hermanas de la caridad, pues su trabajo les ha costado años de preparación y experiencia, además de dinero.
“Se espera que si somos profesionales y nos apegamos a un código de ética —y principalmente la comunidad sorda te reconozca y te ponga en dónde estás, porque ellos son los que te ponen y son los que te quitan—, se espera que sea como cualquier profesión, entonces dependiendo del nivel de intérprete, es lo que se cobra”.
Sin embargo, como en todo, dice hay intérpretes que trabajan de manera voluntaria y las autoridades, cuando los requieren sólo ven que alguien “mueve las manos” y ya lo consideran un intérprete.
Además, subraya, hay intérpretes que sólo lo son en el ámbito educativo, y las diferentes instancias de gobierno los usan en el rubro político o jurídico, arriesgándose a cometer errores al momento de transmitir los mensajes.
“Es un oficio que requiere de una remuneración, y depende del tipo de intérprete que seas para que tengas una buena paga”, enfatiza.
Precisa que en todos los ámbitos hacen falta intérpretes, y hace falta mayor capacitación para tener a más profesionales en este rubro, además de que alguna universidad debería crear una carrera especializada en la traducción del lenguaje de señas.