Inocencia Mendoza Ramírez se levanta del banquito de plástico para atender a la clienta que desciende de un auto que se estaciona frente a su puesto colocado en una acera de Ejército Republicano, donde vende tacos desde hace 18 años, aunque reconoce que los últimos tiempos han sido difíciles, pues la gente no cuenta con el dinero suficiente. “Si antes se pedían siete tacos, ahora se piden dos”, destaca.
Ino, quien es acompañada por su hija, María Fernanda, atiende a los clientes que llegan hasta el lugar donde vende.
Dice que por necesidad comenzó a vender en la vía pública. “Ya no había para comer y tenía que salirme. El día que me salí lo hice con mucho miedo porque nunca había trabajado.
“Me dijo mi esposo: ‘Sabes qué, ya no hay’. Eso me hizo salirme a buscar el pan de cada día para que mis hijas estudiaran. Son seis hijos, pero las dos últimas eran las que iban a la primaria y la secundaria. Eso fue lo que me hizo venirme, [para] que ellas tuvieran una oportunidad de estudiar, porque ya falleció mi esposo (en mayo pasado) él era el que me traía, pero hay que seguirle. La vida sigue. Eso es lo que nos da el pan de cada día”, comenta.
Recuerda ese primer día que se salió a vender, pues sentía temor, ya que nunca había salido a trabajar. Dice que hizo pocos tacos y en una olla de peltre porque no tenía hieleras. La salsa la llevaba en un recipiente de yogur. El primer día, agrega, vendió 175 pesos. Desde ese día fue haciendo poco a poco más tacos. Ahora surte, incluso, pedidos más grandes.
La mujer menciona que al igual que muchos comerciantes, se ve afectada por las bajas ventas por la situación económica post pandemia. Mucha gente perdió su empleo, empresas cerraron y sus ingresos disminuyeron. Comenta que antes vendía más de 500 tacos. Ahora no vende más de 150.
“Están tristes las ventas. Hubo tiempos muy buenos, pero ahorita ha bajado mucho la venta. No es tanto [el temor] por comer en la calle. Es porque ya no hay dinero para comprar. Gente que se comía siete, ocho tacos, se come dos. Siempre les traigo su ensalada de nopales con pepinos y cebolla. Con dos tacos y se llenan bien de nopales, para con eso aguantar.
“Cuando pasan personas y me dicen que traen dinero, pero tienen hambre, les doy. Dios me ve con ojos de misericordia, porque le digo, aquí estamos. Ayer nos llevamos muchos porque no se vendieron. Me decía mi hija que no viniéramos, pero le dije que no, que teníamos que venir, aunque sea poquito, Dios nos dará”, destaca.
En los alrededores de Plaza de las Américas, hasta antes de la pandemia de Covid-19 había gran cantidad de oficinas. Luego de la emergencia sanitaria, muchos espacios quedaron vacíos. Las empresas cerraron o se fueron a lugares donde las rentas son más económicas. Ello propició que las ventas de Inocencia disminuyeran, aunque sus clientes siguen comprando sus tacos.
“Mucha gente me conoce. Vienen desde donde estén, porque, dicen, no hay como estos tacos. Los hago con mucho amor, como si se los hiciera a mis hijos. Eso hace que vengan”, dice.
Confiesa que sólo cuando su esposo estuvo internado dejó de vender, pues debía de estar con él en el hospital, cuidándolo.
El pequeño puesto de Inocencia está cubierto por una lona azul. Otra lona, más pequeña, anuncia el menú de los tacos. En una mesa, una hielera resguarda los taquitos para que se conserven calientes durante más tiempo. En la mesa la variedad de salsas y guarniciones permanecen cubiertas, para que no les caiga polvo y se contaminen. Inocencia guarda estas medidas de higiene, además de las dictadas por la emergencia sanitaria. Incluso, ella dejó de trabajar durante tres meses, para cuidarse de los contagios.
La venta de tacos ayudó a Inocencia y a su esposo a forjarles un porvenir a sus hijos, quienes pudieron acceder a educación universitaria. Ahora, sólo queda María Fernanda, quien no ha ingresado a la universidad.
María Fernanda, dice Inocencia, ha hecho seis intentos por ingresar a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), pues quiere estudiar Psicología o Nutrición.
Inocencia dice que la popularidad de sus tacos se debe al sabor y a que no los hace “miserables; siempre le dije a mi esposo: el día que yo venda tacos van a ser unos a los que toda la gente quiera volver. Y así ha sido porque luego llegan pedidos para fin de semana de 100, 200 tacos. Lo hago con mucho gusto, porque veo que la gente se va contenta”, precisa.
Inocencia, con voz pausada, revela que está luchando contra el cáncer de mama. En 2015 la operaron y le dieron quimioterapia. Recientemente fue al médico, quien le recomendó seguir tomando el medicamento para combatir la enfermedad para luego hacerle más estudios y ver su progreso.
“Creyeron que no me iba a recuperar, pero Dios es muy grande y sabe que todavía no es hora de irnos. Aquí seguimos todavía”, expresa.