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Querétaro, Qro.
El camellón de Luis Vega Monroy, frente al Hospital del Niño y la Mujer, es una sala de espera estos días: el interior del nosocomio permanece cercado por policías estatales y efectivos de la Guardia Nacional, debido a la contingencia sanitaria por la pandemia de Covid-19.
Los familiares de los pacientes deben esperar varias horas en la intemperie a que les brinden información, pero ni siquiera tienen un sanitario.
Un hombre mayor mira a su alrededor. Se ve tranquilo, pero nopuede dejar de lado la preocupación. Se llama Rubén Martínez León, y lleva a su esposa, Juana, al Hospital del Niño y la Mujer para recibir quimioterapia.
El hombre explica que desde que se declaró la emergencia sanitaria, el Hospital General de Querétaro recibe a los pacientes con Covid-19, por lo que le informaron que su esposa tendría que recibir su tratamiento en el Hospital del Niño y la Mujer.
“Mi esposa ya tiene tiempo recibiendo quimioterapia... Desde diciembre. Del Hospital General de Querétaro la mandaron para acá, porque cerraron allá. Desde que cerraron no nos han dejado pasar con ella. No [sabemos] nada, sólo lo que alcanzamos a oír, porque no se escucha bien”, agrega.
Rubén explica que su esposa debe acudir dos veces al mes para recibir tratamiento por un tumor maligno que tiene. Desde el inicio de la contingencia sanitaria, es la tercera ocasión que acude al Hospital del Niño y la Mujer; sin embargo, la primera vez que la acompañó le dieron a conocer que no podía pasar con ella, pues sólo entra quien sea paciente.
Él se ve obligado a esperar afuera del hospital. Viven en San José el Alto, pero es más práctico esperar, aunque es empático con aquellas personas que acuden de otros municipios.
Rubén no se queja del servicio que ha recibido su esposa, pues ha sido bien atendida; no le importa tener que pasar cuatro horas en la vía pública, expuesto a un posible contagio.
“Sí nos preocupa [el contagio], porque aparte las autoridades nos dicen que nos quedemos en casa, más nosotros que somos adultos mayores, pero aquí estamos”, dice.
Además recalca que lleva un año desempleado, pues no encuentra trabajo como taxista, oficio que desempeñaba.
No hay a dónde ir al baño y las opciones para comer alrededor son pocas en estos días, pero Rubén siempre espera con paciencia la salida de Juana.
Por otro lado, del rostro de Alberto resbala el cubrebocas. Su voz denota angustia. Llegó del municipio de Tequisquiapan la mañana del martes, junto con su cuñada y su sobrino, de 13 años. El menor tiene un tumor en un pulmón y fue internado de emergencia.
En el camellón, Alberto, alrededor de una veintena de personas, sólo espera tener informes pronto de sus parientes hospitalizados.
Voltea constantemente la mirada a la puerta del hospital, donde algunas enfermeras y médicos abandonan el edificio.
Algunos cruzan la avenida, otros abordan una de las unidades de transporte escolar que se habilitaron para su traslado.
En los alrededores puede observarse a más personas que esperan. Las caras de preocupación son generalizadas, bajo los rayos del sol, a la intemperie... y muchos de ellos sin cubrebocas.
Alberto explica que ingresaron a su sobrino temprano, a las 10 de la mañana; sin embargo, eran las dos de la tarde y aún no sabía nada de su estado de salud.
“No nos dan noticias de nada. Los guardias nos mandan de un lado a otro, no nos dan información. Estamos desesperados, porque no tenemos datos y porque no nos dejan pasar ni siquiera al baño, entonces tenemos que buscar hasta dónde ir.
“La verdad pienso que el trato que nos están dando es malo”, dice Alberto, al tiempo que detalla que su sobrino tiene un pulmón tapado y un tumor en el mismo órgano, lo que le provoca acumulación de líquido.
Dice que, platicando con otras personas que esperan, descubrió que el trato es el mismo para todos.
Incluso menciona que quizá deban dormir en el mismo camellón, pues no tienen dinero para el hospedaje en un hotel, y tampoco para ir y venir a Tequisquiapan. “De comer ya buscaremos algo”, afirma.
Alberto no se cansa de voltear a la puerta del hospital. Le preocupa la salud de su sobrino, pues dice que es muy nervioso, entonces, cuando vea que su mamá debe salir del hospital, se estresará.
Pero no hay otra opción, así debe de ser, porque hay que evitar los contagios de Covid-19.
Es la hora de cambio de turno en el hospital. Una empleada del nosocomio sale. Enfundada en su bata blanca, cruza el camellón repleto de gente. Las horas dentro son agobiantes para el personal sanitario.
La mujer llega hasta el parabús, donde junto con otras cinco personas espera el transporte público, que demora en pasar.
Antes de cruzar la avenida, sus pasos eran seguidos por las personas del camellón, quienes están desesperados por algo de información sobre sus seres queridos. Pero no es así. De hecho, la gente sigue en sus asuntos. Charlan entre ellos, algunos revisan su teléfono celular y, después de algunos minutos, voltean al hospital en espera de noticias.