Querétaro, Qro.-

Isabel Vera, no lo duda: tejer relaja y sirve como terapia ocupacional, incluso para controlar los estados de ánimo negativos, para sobrellevar el confinamiento por la emergencia sanitaria por el Covid-19. Ella asegura que durante este tiempo, no le faltaron clientes, aunque las clases que impartía tuvieron que suspenderse unos meses y luego ser retomadas con los protocolos sanitarios.

Isabel era administradora de condominios, pero hace ocho años decidió dejar ese trabajo, por lo que comenzó con su taller y tienda de tejido, donde pueden acudir las personas a tomar clases, así como a comprar los productos necesarios para esta manualidad, o bien, productos ya elaborados.

El taller es discreto, aunque en el aparador de la ventana que da a la calle se pueden ver varias figuras de “amigurumi” —muñecos tejidos, cuya técnica proviene de Japón—, que son elaborados por Isabel, quien aprendió la técnica hace un tiempo.

Al interior, los estambres, las bolas de hilo, una mesa con ganchos y las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades sanitarias, destacan.

Antes de ingresar al local, los clientes deben lavarse las manos con gel antibacterial y someterse al control de temperatura.

La comerciante explica que “toda la vida he tejido. De niña, en la primaria era lo que nos enseñaban antes. Pero luego, por cuestiones de estudios, de trabajo, lo dejamos por algún tiempo. Después me retiré de trabajar y estoy haciendo esto que me apasiona”.

Recuerda que tras su jubilación comenzó a comprar sus materiales, acumulando cantidad de los mismos, hasta que pensó en enseñar la técnica de tejido, para que la gente no pierda la costumbre y tradición de elaborar las prendas con sus propias manos.

La mujer comenta que desde que comenzó la emergencia sanitaria no puede tener tantos alumnos como quisiera, por cada clase, para mantener la sana distancia. Antes, cuenta, podía tener hasta ocho o 10 aprendices al mismo tiempo.

La profesora de tejido comenta que por las diferentes actividades que tienen sus alumnos es complicado que pueda dar clases virtuales a todo el grupo, brindando asesoría por videollamadas, principalmente, por ello lo hace de manera personalizada a través de Zoom.

Para los neófitos, la actividad del tejido podría resultar complicado; sin embargo, Isabel asegura que es más laborioso por la complejidad de los diseños de algunas piezas, como los “amigurumi”.

“Cada cosa tiene su tiempo. Por ejemplo, una muñeca de Moana, lleva desde la cabeza hasta la punta de los pies detalles. Esa la hice en 15 días. Por ejemplo, los gorros tejidos los puedo hacer en tres días. Hay puntadas muy variadas, hay infinidad de puntadas”, destaca.

Isabel menciona que antes se pensaba que el tejido era una actividad para mujeres mayores, “para abuelitas”, pero esto ha cambiado. Agrega que actualmente tiene entre sus alumnas a niñas desde 11 hasta 14 años, algo que la motiva, pues ve con gusto que las nuevas generaciones están interesadas en aprender esta actividad.

Otra satisfacción que encuentra es elaborar algo con sus propias manos; además, en cada punto que se hace en una prenda se piensa en la persona que lo usará, por lo que en cada pieza está intrínseco el cariño y el aprecio hacia quien lo usará.

Sobre el poder de relajación que da el tejer, asegura que es cierto; además, cuando las clases son presenciales, como lo eran antes de la pandemia, generaba mucha convivencia entre los alumnos, quienes creaban lazos intensos con el tejido.

“En el tejido se manifiesta tu estado de ánimo. Si estás estresado el tejido queda bien apretado. Si queda parejito se nota que estás relajado”, explica.

Durante el confinamiento, dice, atendía a un cliente por turno y cita, pues muchas personas acudían para comprar su material, ya que necesitaban alguna ocupación en casa que les permitiera sortear de una manera más activa los días de encierro.

Incluso, asegura que entre sus clientes y alumnos tiene hombres, algunos de ellos profesionistas que encuentran en el tejido un escape a las tensiones del trabajo.

“Ellos elaboran suéteres, bufandas, incluso elaboraron ropa para el Niño Dios, para el pasado 2 de febrero”, comenta.

Isabel destaca que recientemente los muñecos “amigurumi” tienen un auge en el tejido, los aprendió a elaborar en dos semanas, a través de amistades, pues los puntos ya los conocía, pero tenía que practicar para darle forma a las piezas.

“Las figuras llevan el punto ‘apretado’, para evitar que el relleno de los muñecos se salga, pues muchos son regalos para niños”, menciona la maestra.

Isabel asegura que esta técnica, que también ha tenido buena acogida por parte de los compradores, se puede hacer cualquier tipo de pieza. El límite es el ingenio y la imaginación de los creadores.

“Todo lo que te imagines lo puedes hacer tejido”, enfatiza.

Ella también da clases de este tipo de técnica, siendo principalmente niños y jóvenes los interesados en aprender a hacer sus propios muñecos.

“Muchas personas vienen [a mi taller] para aprender a hacer llaveros, o una muñeca Lele, y pueden emprender un negocio con estas piezas.

“Mi criterio es no ocultar nada de lo que sé, todo lo transmito, para que más y más personas lo sigan aprendiendo. No me interesa que sólo yo lo sepa. De esto no te haces rico. Es algo que te apasiona. Es más por el gusto”, expresa.

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