Osmin luce tranquilo. Ríe, bromea, lleva una vida tranquila, pero hace unos años fue sometido, por decisión de su mamá, a uno de los tratamientos más duros para cualquier persona: una terapia de conversión, para “curarlo” de su homosexualidad. Lo que lo orilló a pensar en quitarse la vida.
Osmin Reyes Manzano estaba por cumplir 17 años cuando le confesó a su madre que era gay. En el seno de una familia cristiana, asistente a una iglesia bíblica de carácter protestante, el joven Osmin encontró como respuesta una visita al pastor de su culto, quien hizo los trámites necesarios para comenzar con su tratamiento en Exodus Latinoamérica.
Esta organización dejó de operar en varios países del mundo, tras disolverse en 2013, luego de 37 años “curando” la homosexualidad. Sin embargo, en Latinoamérica y bajo el amparo de organizaciones religiosas, Exodus continuó con sus “terapias para curar la enfermedad” que dejó de ser considerada como tal, en 1990 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando ésta la excluyó de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud.
Sin embargo, Osmin, al ser menor de edad, tuvo que acatar la decisión de su familia y someterse al “tratamiento”. Señala que en estos lugares hay muchos jóvenes menores de edad, no porque quieran, sino porque como viven con sus padres no tienen la independencia económica para hacer su vida por separado.
Osmin recuerda que en 2004, cuando estaba por cumplir 17 años y estudiaba la preparatoria comenzó una relación con otro joven, “lo que era común”, dice. “Quise salir del clóset. Le dije a mi mamá... Me abrazó, luego se comunicó con el pastor y éste hizo los trámites necesarios para acudiera a Exodus Latinoamérica”.
Apunta que en las “terapias” el carácter es puramente religioso, pues de acuerdo a sus interpretaciones de la Biblia, ser homosexual está mal, pues va contra el diseño de Dios y es contra natural, pues él no se equivoca y diseñó personas heterosexuales, por lo tanto, cualquier cosa fuera de esto atenta contra la voluntad original de Dios y significa un problema”, dice.
La mayoría de las sesiones de la terapia, narra, eran en línea. Los cursos se hacían en algunos lugares sede, como Cuernavaca, Morelos, o la Ciudad de México, donde acudían grandes grupos, de todas las edades, de hombres y mujeres que estaban “en tratamiento”.
Osmin, actualmente de 31 años de edad, bromea un poco con la idea de hacer una sesión de fotos al interior de uno de los templos de la ciudad de Querétaro. “Son patrimonio cultural, nos pertenecen a todos”, dice mientras en su rostro se dibuja una sonrisa.
Cuenta que parte de las terapias se hacían en línea, donde tenía que narrar, en una especie de confesión, lo que pensaba y había hecho durante el día, además de confesarle a alguien del otro lado de la computadora, sus pensamientos.
Osmin añade que predominaba principalmente la culpa en estas “terapias”. Todo el tiempo se crea un complejo de culpa, dicen que por ese “pecado” Dios destruyó Sodoma y Gomorra.
Además, algo muy bien visto era el ayuno, por lo que además de minar su espíritu minaban su cuerpo, con la privación de los alimentos. Subraya que en Exodus las “terapias” van encaminadas a reprimir los deseos homosexuales, o “atracción hacia el mismo sexo”, como lo llaman en la organización.
La prueba de que los “pacientes están curados” es cuando dicen que ya no son homosexuales, cuando se casan y tienen hijos, pero nunca se declaran heterosexuales. Mucho del objetivo es reprimir los deseos, y siempre el discurso de que ser homosexual está mal.
El discurso de la culpa y de lo que estaba mal, despertaba en él deseos suicidas, pensamientos que afectaban a muchos de los jóvenes que se sometían a las terapias.
“Adicional a que está mal ser como eres, hay una carga simbólica impresionante que te genera una culpa... luego le aumentas el ayuno, le aumentas que estás decepcionando a Dios, y que eres una abominación ante sus ojos, y una serie de factores que lo hacen seriamente deprimente”, asevera.
Es muy común que las personas que están acudiendo a Exodus, en el caso del protestantismo, o en el caso del catolicismo, terminen suicidándose, dice Osmin.
Fueron dos años los que vivió en medio de culpas y miedos. Incluso, como una manera de autoengañarse, sostuvo relaciones sentimentales con dos mujeres, pero al final terminó con ellas, pues las engañaba y se mentía a él mismo.
Dos años, en “terapia”. Cuando Osmin cumplió la mayoría de edad abandonó las “terapias”, aunque el daño en su espíritu estaba hecho. Sentía cierto rechazo a los homosexuales, una “homofobia interiorizada”, dice. Le costó trabajo volver a relacionarse con varones homosexuales. Pasaron algunos años para que ese sentimiento desapareciera en él.
Después de 15 años de esa experiencia. Osmin dice que actualmente vive plenamente su sexualidad, sin culpas, feliz, y sin religión. Más allá de lo vivido en la “terapia”, dice que lo que ha estudiado estos años, actualmente estudia un Posgrado en Ciencias Jurídicas en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), le ha abierto los ojos en lo referente a la religión. Hoy es más feliz, libre, sin culpas.