Aunos metros de la tienda de Marco Antonio Lugo se ubican las vías del tren, en la colonia Estación Hércules, donde ha vivido toda la vida: 48 años, acostumbrándose al ruido de las máquinas, pero también viviendo de cerca los accidentes.

A unos pasos de su negocio, un monumento con una cruz y dos nombres recuerda una de las más recientes tragedias del ferrocarril, cuando en 2019 dos hermanos fallecieron cuando el tren los embistió.

El hombre, quien ha vivido toda su vida junto a las vías, en Hércules, recuerda el suceso. Platica que los niños que murieron eran hijos de un compadre suyo, por lo que el hecho lo afectó aún más.

Señala que hace poco una mujer fue arrollada por el tren, pero vivió, aunque resultó con golpes severos en buena parte del cuerpo. Son algunos de los casos que Marco ha visto a lo largo de su vida, una vida a un lado de las vías.

“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"
“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"

No es el único. A los costados de las vías del tren a su paso por el municipio de Querétaro y El Marqués, muchas familias encontraron un hogar, a pesar del ruido día y noche, sin horario, de todos los días.

Vivir junto al tren toda su vida ha hecho que convivir con La Bestia sea algo normal.

“No fue un cambio por haber llegado de otro lugar y comencé a vivir aquí. Como siempre he vivido en esta zona para nosotros ha sido normal.

“Nosotros estamos aquí desde que empezaron estas vías, cuando empezó el tren rápido. Nosotros ya estábamos aquí cuando comenzó esa obra, aquí, en esta zona. Comenzó a pasar, se quedaron esas vías. El tren de pasajeros desapareció, pero siguió el de carga. Se nos hace cotidiano [el ruido]”, asevera.

Apunta que para la zona, uno de los inconvenientes es que sólo tienen un acceso a la colonia, éste ubicado en la parte alta de Hércules. Cuando se detiene el tren en la entrada tarda mucho en moverse, forzando a los habitantes a esperar tiempo para llegar a sus domicilios.

“Nos acostumbramos y no vemos inconveniente. Nuestra vida ha funcionado así, y como llegamos después de el [el tren] pues nos acostumbramos a ese ritmo de vida”, destaca.

Sobre los migrantes, indica que bajan muy rápido del tren. “Bajan de prisa, se compran algo en la tienda y vuelven a subir al tren. Los que se dicen migrantes, que están cerca de las vías o en la ciudad, que ya tienen años de verlos, ya sabemos que no son ni una cosa ni la otra.

“Los que de verdad son migrantes bajan corriendo, compran algo o piden que les regalemos agua… hay otros que tienen años, andan en las vías… esos no son migrantes aunque traigan su cobija”.

Narra que en ocasiones llegan a visitarlo migrantes que pasaron años atrás y les comentan sus experiencias. Algunas ocasiones los recuerdan. Ellos aguardan varios días en la zona, por el tren que van a tomar.

Los migrantes pasan hacia el norte rumbo a Estados Unidos y otras veces haciendo el viaje al sur, de regreso a sus hogares.

“Ellos no nos afectan. Los que son vagos, esos no son migrantes. Es conocida la gente. A veces viajo a San Luis Potosí y allá veo a las mismas personas que están pidiendo aquí dinero. Luego los ves otra vez en Querétaro, nada más andan de vagos. Los que son migrantes no andan haciendo daño, no vienen haciendo mal”, destaca.

“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"
“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"

Sobre los accidentes que ocurren en las vías del tren, comenta que la mayoría de las veces es por descuido de las personas, pues los puentes peatonales para cruzar las vías están ahí, pero la gente no los utiliza.

“Es la flojera de subir un puente, de lo pesado, sí, pero sabemos en que zona estamos, a qué peligro nos exponemos.

“Desde que llegamos estaba el tren. Nos pusieron puentes, porque antes no había. Pedimos puentes, nos pusieron puentes, pero ahora qué vamos a decir, que nos circulen toda la vía.

“Hay semáforos y funcionan. Viene el tren a cinco, 10 kilómetros, y se prende. No sé qué piense la demás gente, pero viviendo aquí sabemos el riesgo que existe, el riesgo lo hemos vivido toda la vida”, asevera.

Afuera, en las vías, el ir y venir de personas es constante. Pocas usan el puente frente a la tienda de Marco Antonio.

La mayoría, incluso adultos mayores, prefieren cruzar las vías sin usar el puente. Algunos mayores, ayudados de bastones, pasan de un lado a otro de las vías. No son los únicos. Mujeres solas o con niños, hombres solos, parejas, pero quienes usan el puente son una minoría.

“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"
“Toda la vida nos hemos enfrentado al riesgo de vivir cerca del tren en Hércules"

De pronto y en silencio, detrás de una curva aparecen dos enormes locomotoras, arrastrando una decena de vagones. Sorprende el silencio con el que llegó. No anuncia su arribo con su tradicional silbato. Ni siquiera se siente el tremor de cientos de toneladas en movimiento.

A pesar de la baja velocidad, el tren recorre menos de 100 metros en unos cuantos segundos. Para una persona en las vías hubiera sido complicado reaccionar y ponerse a salvo.

Cada cierto número de vagones se puede observar a los vigilantes, elementos de seguridad privada que cuidan el tren. Por ende, no se ven migrantes sobre La Bestia.

Alrededor, la gente del barrio de Hércules no se inmuta al paso del tren. Es su vecino de siempre, un vecino de cuidado, al cual tienen que respetar. Ya se ha cobrado varias vidas. El monumento de dos menores bajo el puente es un recordatorio terrible de esa vecindad.

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