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“Julio” regresa al estadio La Corregidora días después de la violencia de la cual fue testigo en el partido de Gallos contra Atlas, el pasado 5 de marzo. El aficionado del Querétaro, dice que desde los cuatro años de edad va al estadio a los partidos. Ahora, esa tradición de una vida está riesgo, ante la posibilidad de que el equipo sea vendido.
“Si el equipo se fuera, el futbol ya no me interesaría tanto”, dice el joven.
Observa al coloso del Cimatario, como también se le conoce al recinto mundialista, y cuyo anotador del primer gol en su inauguración, Tomás Boy, murió días después del 5M (como ya se le conoce a los hechos violentos).
“Supuse que iba a haber bronca [en el partido] porque las aficiones de Atlas y Querétaro tienen rencillas desde hace ya varios años. De hecho, hace unos años me tocó una bronca afuera del estadio, pero de tal magnitud, jamás”, comenta.
Ese día, el joven estaba en la parte alta del estadio, muy cerca de la barra La Resistencia, aunque no dentro de la misma.
Narra que desde su ubicación veía muy bien la cabecera sur, en donde un grupo de barristas del Atlas agredían a los aficionados con playeras del Querétaro. Luego pudo ver a los integrantes de La Resistencia que estaban en la parte baja de las gradas que se empezaban a empujar. “Después se dio la corretiza, como que estaban muchos en una zona esperando que les pudieran abrir”, dice.
El aficionado agrega que se impactó, pues aunque había visto broncas en el estadio y fuera del mismo nunca había presenciado una de tal magnitud. También sintió miedo, pues ese día había ido al estadio con sus sobrinos, una niña de 10 años y un chico de 14.
“Miedo no por mí. El golpe yo lo aguanto, pero mi sobrina de 10 años y mi sobrino de 14. Fue más miedo que les pasara algo a ellos que a mí”, sostiene.
Asegura que la ventaja que tuvieron por el lugar donde estaban era que fue muy rápido salir. “Cuando empezó la invasión del campo y los pleitos le dije a mi mamá y a mi tía que se llevaran a los niños, que se fueran corriendo”, señala.
Dice que él se quedó un rato más en el estadio, convertido ya en un campo de batalla, porque uno de sus amigos, con su hermano menor, estaba justo en la zona donde comenzó la agresión de los barristas del Atlas.
“Me preocupé por él y quise estar en el estadio, no irme hasta que me pudiera comunicar con él. Afortunadamente no les pasó nada. No salieron tan rápido como hubiera sido lo mejor, los metieron al campo y en cuanto se abrieron las puertas se echaron a correr. Llegaron bien. Su hermano asustado, pero bien”, comenta.
“Julio” cuenta que lo que notó desde un inicio fueron las medidas de seguridad, “para ser un partido de alto riesgo, eran muy laxas. Ni siquiera lo catearon bien al ingresar, sólo los bolsillos. En otros partidos había más personal de seguridad. En este no había vigilantes como en otras ocasiones.
“El pleito empezó en la cabecera sur de los barristas contra unas familias, si hubiera habido granaderos hubiera quedado todo en una riña en una cabecera, los sacan del estadio y se acabó. Pero la falta de seguridad era evidente. Había poca seguridad”, sostiene.
Las reacciones que vio entre los aficionados a su alrededor fueron de temor. Algunos gritaban que sí, que golpearan a los barristas del Atlas. Otros, los que iban en familia, prefirieron salir del estadio, ante la amenaza de la violencia desbordada. La mayoría, destaca, tenían miedo, incertidumbre. “He venido al estadio desde los cuatro años, pero nunca me había tocado algo así. Nunca”.
“Julio” recuerda un hecho cuando salió del estadio. Vio a un joven del Atlas que era golpeado brutalmente por tres barristas de Gallos. Un hombre corpulento, con playera de Gallos se acercó y de un manotazo separó a los barristas, para luego levantar en vilo al hincha rojinegro y llevarlo hasta un lugar donde estuviera a salvo de los golpes. “No todos se ensañaron”, añade.
Emocionalmente, añade, la experiencia lo dejó muy triste, pues desde niño va al estadio con su familia, cada temporada compra su bono gallo, tiene una colección de playeras del equipo, “y que por culpa de unas personas que no miden la pasión, las cosas, que nos quitaran a toda la afición buena nuestro lugar, nuestro escape del estrés, es muy triste”, abunda.
Incluso, asegura que lamenta que ahora no sólo se satanice a la barra, sino que también ahora se hace una mala imagen de todo el estado y su gente, “todo por culpa de unos inadaptados”.
“Julio” respira hondo antes de responder qué haría si se llevaran al equipo de la ciudad, como existe el rumor.
Luego responde “me rompería el corazón. El futbol para mí es, no la más importante de mi vida, pero sí es una parte esencial. Mucho de mi tiempo libre lo dedico al futbol”.
Incluso, dice que un partido de futbol era la excusa perfecta para una reunión familiar, con sus primos, con quien compartir una cerveza. “Si el equipo se fuera, para mí el futbol ya no me interesaría tanto como hasta la fecha. Ya no tendría porqué ver el futbol mexicano, la selección. El futbol sería algo intrascendente en mi vida”, enfatiza.