Ambrosio Torres Hernández se acerca al hombre joven que desciende del auto que se detuvo metros adelante de donde está su manta que dice "Cambio mis árboles por despensa".
Originario de Córdoba, Veracruz y albañil de oficio, ante la falta de trabajo, el hombre recorre 476 kilómetros para ganarse la vida en tierras queretanas.
“Me dijeron que aquí hay más gente en las calles”, señala. En pocos minutos se detiene otro vehículo. Desciende una joven mujer. En una mano lleva una bolsa de plástico con artículos de despensa y en la otra a un niño de unos tres años.
Le pregunta al menor qué planta se llevan y entre los dos eligen una de sombra, con hojas color guinda y verde.
Señala que tiene apenas un par de días en Querétaro. Espera terminar todas sus plantas y regresar Córdoba.
“A ver si puedo traer más, porque como está retirado, pues las casetas y la gasolina, se gasta. Ya si sale el primer viaje, pues vuelvo a venir”, abunda.
Comenta que el jueves le fue bien y que se llevó unas 10 despensas. Indica que intercambia sus plantas por despensas porque le es más útil tener alimentos, aunque el dinero en efectivo también es útil, para gasolina y casetas del viaje.
Indica que muchas ocasiones vender las plantas “no sale”, pues por el viaje y la distancia tendría que darlas muy caras, además de que los artículos de una despensa le son más útiles en casa, por lo que es más práctica en especie que en efectivo. Hay personas que le dan dinero en efectivo por sus plantas; eso también es bien recibido, pues de gasolina y casetas llega a gastar más de dos mil 500 pesos.
Ambrosio acomoda sus plantas. Los automovilistas disminuyen su velocidad cuando ven los carteles de Ambrosio, observan las plantas y se retiran. Muchos de ellos volverán después con artículos de despensa y otros más para comprar.
Durante el último año, a raíz de la emergencia sanitaria causada por la presencia del virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, muchas personas dedicadas al comercio se vieron obligadas a recurrir al trueque o al intercambio de sus productos por artículos de la canasta básica o de primera necesidad.
Precisa que se decidió por venir a Querétaro a “truequear” sus plantas porque le dijeron que en Querétaro ya hay un poco más de gente en la calle, ya que las condiciones sanitarias son mejores.
“En la Ciudad de México, dicen, todavía está la gente encerrada, al no salir la gente, no tenemos ventas. Estuve en Guadalajara, allá se vende más, pero está más lejos y es más gasto. Apenas la semana pasada llegué de Guadalajara.
“Quiero regresar, pero traer más plantas, para no regresar cada ocho o 15 días. Estar un mes. Eso ya me conviene”, abunda el veracruzano.
Añade que él no tiene un vivero propio. Compra las plantas en uno ubicado en Fortín de las Flores, en Veracruz. Dice que poner un vivero propio saldría muy caro para él y su familia, además de que tarda mucho, pues hay que esperar a que crezcan las plantas y cuidarlas durante todo ese tiempo.
Ambrosio explica que las plantas también se deben de vender todavía cuando están chicas, pues así las prefieren las personas. Las plantas más grandes se venden, pero es más complicado, indica el hombre con voz tranquila y pausada.
Señala que en estos días está buscando un cuarto donde quedarse con sus dos hijos que lo acompañan para vender, pues durante estos días se han quedado en la camioneta en la que se transportan y que estacionan en una gasolinera, donde les han dado permiso para quedarse. Dice que en total tiene seis hijos; cuatro hombres y dos mujeres, pero sólo dos se unen a él para vender.
“Los dos son fierreros. Uno de ellos se quedó sin chamba por la pandemia y anda conmigo. Ya que les salga chamba, que se regresen a trabajar. Luego los sacan lejos, han ido a trabajar a Monterrey, Chiapas, Guanajuato; a donde sea que los lleven ellos van a trabajar, pero ahorita para ellos todavía no sale, por eso le entramos a esto”, dice.
Precisa que en su caso también incursionó en las ventas, pues en su oficio, albañil, el trabajo escaseó durante el último año. Aunque afirma que cuando termine la emergencia sanitaria totalmente, regresará a su trabajo en la construcción, pues “no me acostumbro a estar parado aquí todo el día”.
Dice que afortunadamente el sacrificio vale la pena, pues los queretanos son solidarios y lo apoyan con despensas.
Palma areca, cedro, limón, muñeca, y teléfono, son las especies de plantas, de interior y exterior, que ofrece Ambrosio a las personas que deseen ayudarlo en su situación.
Puntualiza que para el futuro espera que las cosas mejoren para todos. Ya en ese momento verá a qué se dedica: si “sale” más de las ventas o de la albañilería. “Como dice el dicho: trabajo que no deja, dejarlo. Se trata de ganar, no de perder, pero desde el primer día se ve si va a salir o no. Desde el primer día vi que iba a salir. Ojalá en los otros días haya más”, afirma.
Ambrosio deja a un costado de un árbol la bolsa de plástico con artículos de despensa que acaba de recibir.
Poco a poco el objetivo del hombre se cumple, al igual que mucha gente en la calle que trata de salir adelante luego de poco más de un año de contingencia sanitaria que derivó en una contingencia económica.