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“Jacinta”, mujer mayor, explica con timidez que ni ella su esposo “Jorge” saben leer ni escribir. Ambos viajaron cientos de kilómetros para que él reciba la atención médica especializada. Él es un hombre mayor que toda su vida se ha dedicado al campo. Ella, ama de casa. Por un teléfono celular sencillo ella le da instrucciones a alguien para que dé de comer a las gallinas y pollos. “Mezcla maíz con alimento, porque se van a enflacar los animales”, dice.
“Jorge” no puede recibir su tratamiento para su padecimiento del corazón porque tiene una bacteria que hay que erradicar antes. Su condición es delicada. Padece anemia y los médicos no logran identificar la razón de su condición. Un médico le dice que hacerle un procedimiento aunque sea poco invasivo podría causarle la muerte. Sólo esperan tener un diagnóstico adecuado y tratarlo con medicamentos.
La espera hace que “Jorge” tenga episodios de ansiedad. Es un hombre de campo, que ha vivido al aire libre, rodeado de vegetación y cielo azul. Estar encerrado y postrado en una cama de hospital a cientos de kilómetros de su tierra es algo nuevo y su mente lo reciente.
El peor rostro de la burocracia médica los recibe. Un doctor le dice a “Jorge” que si quiere, que si ya no aguanta estar hospitalizado, le puede dar el alta voluntaria.
Otros dos pacientes que también reciben atención en ese hospital se sorprenden con la reacción poco sensible del médico. “Jacinta” agacha la cabeza ante el arranque déspota del médico. Los otros doctores, más jóvenes, también agachan la cabeza ante la furia del galeno, quién poco antes también tuvo un arranque de ira contra una enfermera por trasladar a un paciente a un procedimiento sin su “bendición”.
Una doctora manda a “Jacinta” a comprar una medicina para su esposo a una farmacia cercana, pero ella duda. No le dice que no sabe leer los letreros y que no podrá saber dónde está la farmacia. Le da miedo salir a la calle, reconoce después de unos minutos.
Tratan ansiedad
“Jorge” recibe medicamento para la ansiedad. La pastilla que recibe lo “noquea”. Se siente mareado y sólo quiere dormir. Su esposa se preocupa por el letargo que experimenta su marido. No quiere volverle a dar el fármaco, no lo quiere ver así. Deja de dárselo. “Jorge” recupera las ganas de caminar y ya no duerme todo el día.
Pasan los días y la pareja aguanta de manera estoica la espera de un diagnóstico. Pasa una semana. “Jacinta” ha dormido en una de las sillas-cama con las que cuenta el nosocomio. Apenas duerme unas horas. Debe acompañar a “Jorge” al baño durante la madrugada, por temor a que caiga por los mareos que aún presenta.
Los familiares de los pacientes “vecinos” de “Jorge” ayudan a “Jacinta”. Le ofrecen comida y en ocasiones dinero para sus gastos. La mujer sólo deja a su esposo por unos minutos al día, lo suficiente para cambiarse de ropa e irse a bañar. El cansancio se refleja.
Los médicos, a ocho días de hospitalización, no dan aún un diagnóstico y no brindan un tratamiento para “Jorge”. Le dicen que le harán un cateterismo para ver la condición de su corazón, pero no le dan fecha. Lo mismo sus “vecinos”, que esperan procedimientos.
Por fin el médico le dice que un martes, ocho días después de ingresar al hospital, le harán el cateterismo a “Jorge”. A los otros dos pacientes también los someten a distintos procedimientos. Son dados de alta a los 10 días de estar internados. “Jorge” sigue en el hospital.
Tanto “Jacinta” como “Jorge” se emocionan hasta las lágrimas por la ayuda que se les brindó durante la hospitalización. Ahora se quedan solos, al menos hasta que las camas se vuelvan a ocupar, algo que no tarda mucho, pues la demanda de atención es alta.
Al siguiente día “Jorge” es dado de alta. Los médicos no le practican el cateterismo. “Jacinta” dice que le dijeron que si sometían a ese procedimiento a su esposo, por la debilidad de su cuerpo, podía morir. Le dan medicamentos y lo regresan a su comunidad.
La pareja emprende el largo camino de regreso a casa. Pasaron poco más de una semana en un hospital y “Jorge” se va casi igual que como llegó. No le hicieron el cateterismo que esperó y sólo recibió medicamentos, en espera de no volver a pasar por una experiencia semejante, de no tener que volver a pasar una noche en una cama de hospital.