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Un viaje frío y eterno, el traslado en ambulancia de Querétaro a CDMX

Por un problema cardiaco, Agustín fue trasladado del IMSS Querétaro al Centro Médico Nacional Siglo XXI, en la CDMX; fue un recorrido incómodo para él y su esposa, dice

Ilustración. Dante de la Vega
17/02/2023 |06:19
Domingo Valdez
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“Si el viaje ‘normal’ es pesado, imagínate en la ambulancia, donde sólo ves las luces de los otros autos iluminando el techo y, luego, cuando entras a la ciudad, ves el alumbrado público. Es un viaje eterno”, dice Agustín, quien a finales del año pasado fue trasladado al Centro Médico Nacional Siglo XXI, en la Ciudad de México, desde el IMSS Querétaro, para ser atendido por especialistas.

Recuerda que sólo habían pasado dos días desde que ingresó al Hospital General Regional número 1 del IMSS, cuando le notificaron que sería trasladado a la capital para su atención, pues su salud era delicada por un problema cardiaco.

Cuando los médicos del IMSS Querétaro le informaron que tendría que ser trasladado a la Ciudad de México se preocupó. No estaba en su presupuesto viajar a la capital del país para recibir atención médica. Pensaba que unos días en observación bastarían para superar su problema de salud. No fue así.

“No me sentía tan mal. Pensaba que con unos días de observación y el medicamento podría regresar a casa sin problemas. Pero me equivoqué. Los médicos me dijeron que me tendrían que mandar a México. Me asusté. Incluso, hasta el último momento guardaba la esperanza de no ser trasladado”, dice.

Los especialistas le dijeron a él y a su esposa que sólo esperaban que les dijeran que tenían lugar disponible en el Siglo XXI para el traslado. La respuesta no tardó en llegar.

La madrugada de un sábado, alrededor de las dos y media de la mañana, los despertaron. A su esposa le dijeron que se quedara la noche, pues en cualquier momento podía darse el traslado.

“Llegaron los médicos de guardia, nos despertaron para decirnos que ya estaba listo mi traslado. Los camilleros estaban ya listos, sólo esperábamos los papeles médicos.

“El expediente y todos los protocolos, entre ellos, la prueba Covid, que me habían hecho unas horas antes”, todo estaba listo, narra a este diario.

Pasaron alrededor de 40 minutos para que los doctores llevaran los documentos y se cumplieran todos los requisitos.

La tripulación de la ambulancia estaba conformada por un médico y dos camilleros.

Luego de cumplir con el papeleo de rigor, Agustín fue subido a la camilla. Su esposa, en tanto, preguntó si podía viajar con él. Le dijeron que sí, que es lo recomendable. El paciente fue bajado del piso donde estaba, hasta una salida donde lo esperaba la ambulancia.

Se trata de una unidad de una empresa que presta el servicio al IMSS. No cuenta con los colores institucionales y tiene otra cromática. Aún pasaron otros 30 minutos para salir. Los camilleros esperaron un documento que faltó, además de comprar algunos bocadillos para el camino. Necesitaban mantenerse despiertos durante el trayecto.

Por fin, luego de un rato, la ambulancia salió del hospital rumbo a la Ciudad de México. Por la forma en la que tomaron rumbo, Agustín dedujo que tomaron avenida Zaragoza y luego Constituyentes, para salir por Bernardo Quintana, rumbo a la carretera México-Querétaro.

“Luego de unos minutos, terminan las luces del alumbrado público. Ahora sólo veo las luces de los demás coches que circulan por la carretera, principalmente de camiones. La ambulancia avanza rápidamente. No lleva las sirenas encendidas, pero las torretas les avisan a los demás conductores que se trata de una unidad de emergencia.

“Los camilleros llevan las ventanas abiertas, para evitar quedarse dormidos en la carretera. Eso provoca que la parte de atrás de la ambulancia se llene de aire frío”. Agustín llevaba la bata del IMSS y una manta. Recuerda que sentía mucho frío. Su esposa pasó por lo mismo y se colocó una toalla en la espalda para paliar la incomodidad.

Ambos, apunta el hombre, trataban de dormir un poco. Platicaron por unos minutos y luego guardaron silencio. Trataron de dormir un poco, sin embargo, entre el frío y los saltos les fue complicado descansar.

“Hubo un momento en el que estuvo a punto de caer de la camilla. Pasó muy rápido por una parte fea de la carretera y brincó mucho. No iba sujeto en la camilla. Volteé a ver a mi esposa y estaba dormida. Se había recostado y puesto la toalla como cobija. Sólo las luces de los otros coches iluminaban el camino. Traté de dormir un poco más. Me di cuenta que me dolía un pie. Me había pegado con un tubo de la camilla; me acomodé mejor, traté de ponerme cómodo y cerré los ojos”, agrega.

Agustín no sabe cuánto tiempo más dormitó. Ocasionalmente, cuando sentía que se frenaba la ambulancia, abría los ojos. En una de esas ocasiones, dice, fue en la caseta de Tepotzotlán, pues pudo ver las luces de las casetas de cobro.

La oscuridad de la carretera cambió por las luces de la ciudad. Agustín volvió a dormitar. Su esposa no despertaba.

“No sabría decirte cuánto tiempo pasó. Supongo que fueron como 40 minutos desde la caseta hasta el Siglo XXI.

La verdad es que pierdes la noción del tiempo. Pero cuando sentí que la ambulancia daba vueltas despacio, pasaba un tope y subía una rampa, me imaginé que habíamos llegado. Mi esposa también empezó a despertar cuando sintió que la ambulancia se detenía”, precisa.

Agustín y su esposa llegaron a las 6:30 horas al Centro Médico Nacional Siglo XXI.

El hombre reconoce que el personal fue amable y cortés. “De eso no me quejo. Del frío y el brinco, sí”, indica.