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A lo lejos, se ven las camisetas blancas de los voluntarios que buscan en el terreno en el que algunas versiones señalan fueron arrojados los restos de Ángela Daniela, adolescente de 16 años.
Al respecto, el fiscal general del estado de Querétaro, Alejandro Echevarría Cornejo, sostuvo que busca viva a Ángela, a quien no consideran como persona sin vida.
La abuela de la joven, Gabriela Sánchez, dice que han perdido la esperanza de encontrar con vida a su nieta.
El terreno, cubierto de mezquites, y organales, es extenso. En las labores de búsqueda participan voluntarios de la Comisión Local de Búsqueda de Personas del Estado de Querétaro y elementos policiales, apoyados con perros de rastreo.
Gabriela traga saliva, mientras sus ojos contemplan el campo que tiene enfrente y se humedecen. Luego, con resignación señala que sabe que no encontrará a su nieta con vida. Lo único que desea es encontrar sus restos.
Comenta que llevan tres días buscando en los terrenos cercanos al fraccionamiento La Pradera, en El Marqués, en donde vivía Ángela, quien fue vista por última vez el 21 de marzo.
El sitio en donde buscan está en la parte posterior de una tienda de autoservicio. Está bordeado por malla ciclónica, aunque en algunas partes está rota.
“En búsqueda de mi niña, tenemos tres días. En este terreno, dos. El otro día fue cerca de los pozos que están arriba de La Pradera. Allí fue el primero. No hemos encontrado nada. Supimos dónde buscar por la declaración de una persona que nos dijo que la habían venido a tirar aquí.
Viva ya no está… ahora es sólo recuperar lo poquito o mucho que nos dejaron, para poderla recuperar… una chavita que empezaba a vivir”, señala la abuela.
Agrega que el viernes fueron muchos voluntarios para ayudar en la búsqueda de su nieta Ángela Daniela.
María Fernanda Jiménez, madre de Ángela, se acerca a donde está su madre y su hermana. Viene acompañada de personal del Instituto Queretano de la Mujeres (IQM) y de la Defensoría de los Derechos Humanos de Querétaro (DDHQ). Vienen de revisar el terreno.
También ha perdido la esperanza de encontrar con vida a su hija. “Según (las autoridades) vinieron a hacer, después de que declaró una persona, vinieron a hacer un peinado en la zona, pero no encontraron rastros ni hemáticos ni biológicos”, indica.
María Fernanda luce tranquila, pero debe lidiar con el dolor que siente. Por ahora, debe concentrarse en encontrar a su hija. “Ya habrá tiempo luego para sacar lo que lleve dentro”, precisa la madre de Ángela.
Fernando Rodríguez es voluntario en la búsqueda de Ángela. Lleva una pala y cubre brazos y rostro del calor seco de Querétaro, cuya temperatura alcanza los 32 grados.
Dice que él sabe el dolor de no encontrar a un ser querido. Su sobrino desapareció hace unos años. Fue localizado días después. Dijeron que había sido atropellado y murió. Por empatía con la familia y por conocer la pena de tener a un desaparecido, se integra a la búsqueda.
Hay que buscar señales de tierra recién removida, montículos, cosas que se vean raras, tierra suelta, huellas.
Fernando se acerca a una hondonada en el terreno. El lugar, señala, puede ser idóneo para esconder algo. A lo lejos, desde el interior de esa depresión no se alcanza a ver nada hacia el exterior. Apenas se ve una grúa que se usa en la construcción de un edificio en la zona.
El joven voluntario escarba un montón de tierra que se ve recién removida, pero es superficial. Unas paladas más y descubre que la tierra está dura unos centímetros bajo la superficie. Ahí no hay rastros de nada fuera de lo normal.
Fernando sigue buscando, analizando el suelo, las hierbas rotas, algo fuera de lo común.
Hasta poco antes del mediodía, no hay nada que llame realmente su atención.
“Según dijeron algunos, aquí vinieron a dejar los restos de la muchacha, pero hasta ahora no hemos encontrado nada”, asevera mientras clava la punta de la pala en la tierra.
Más allá, observa un montículo de tierra con ramas secas encima. Remueve todo por unos minutos. Luego deja de buscar. No es nada. Pero todo se debe de remover. No hay que dejar piedra sobre piedra.
Se usan perros de rastreo en la búsqueda. Primero uno de la policía. Luego uno de los bomberos. Han rastreado durante una hora y están cansados.
Los buscadores también están cansados. Las altas temperaturas pasan factura. Se toman un descanso. Son pocos los comentarios. Están en silencio. Apenas tienen ánimo para hablar un par de palabras.
Cuando la abuela de Ángela y su tía intercambian opiniones con un par de policías que se suman a la búsqueda se acerca una camioneta color negro.
Desciende un hombre que se identifica como empleado del dueño del terreno, quien pregunta si han localizado algo.
La abuela de la menor responde que no. Enseguida, el hombre les asegura que cuentan con todo el apoyo del dueño del lugar, que pueden buscar el tiempo que sea necesario.
También les comenta que hay un baño para quien lo necesite y expresa su solidaridad con ellos.
Mientras, la familia de la joven no para de buscar, sigue adelante, con la esperanza de encontrarla, aunque creen que será sin vida.