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Las biorrefinerías son el siguiente paso de la economía circular que, por norma, todos los países deben de aplicar, afirma Idania Valdez Vázquez, investigadora titular en el Instituto de Ingeniería en la UNAM Juriquilla, quien realiza una investigación para la generación de biocombustibles y otros productos para la industria a partir de residuos agrícolas. Esto con todo lo que queda después de las cosechas, como rastrojo, olotes o material vegetal y natural.
Para este proyecto están utilizando rastrojos de maíz, trigo y sorgo. Depende de la zona del país son los residuos que se utilizan. “Como es un proyecto nacional lo que hemos hecho es ver cuáles son las principales zonas agrícolas en el país, y entonces hacerlo de esas regiones para las pruebas en el laboratorio. Estos residuos tienen una composición química compleja, por lo tanto los podemos ir fraccionando, similar a una refinería de petróleo”, explica la investigadora de la UNAM.
“El petróleo tiene una composición química compleja y se puede ir fraccionando en diferentes temperaturas. En el caso de la biomasa se forma con material vegetal que proviene de cualquier ser vivo, en este caso plantas, pero también biomasa pueden ser las excretas de los establos, que vienen de seres vivos o la misma excreta humana”, precisa la especialista.
Esos materiales son sometidos a diferentes procesos mediados por bacterias, para obtener diferentes productos que tienen usos en la industria.
Algunos de estos materiales se pueden usar para producir plásticos, otros como biocombustibles. En lugar de usar gas natural se puede utilizar hidrógeno, prometedor a nivel mundial porque no genera gases de efecto invernadero. También se puede butanol, que pudiera sustituir a la gasolina.
Es más conveniente que el etanol, pero éste no se puede mezclar con la gasolina. Se tiene que hacer directamente en el sitio de venta. En cambio, el butanol se puede mezclar con la gasolina desde el sitio de distribución, ahorrando en costos y aprovechar la infraestructura que ya se tiene. Lo que se hace es desarrollar la tecnología para que sea económica.
“Los materiales que trabajamos pueden tener mayor valor nutricional para el ganado, por ejemplo, que los pastos crudos o vírgenes. Si la planta no interesa hacia el lado de los biocombustibles, se pudiera dirigir a la producción de alimento animal”, subraya Valdez Vázquez.
Alejandro Rodríguez, estudiante de Doctorado del Instituto de Ingeniería, explica que en la primera fase se recibe la materia prima, la biomasa. Ahí se identifica la condición en la que llega, pues a veces está completa y otras “troceada”, dependiendo del productor.
“Manejamos varios tipos de biomasa. Las más abundantes en México son el maíz, el sorgo, la cebada y el trigo, pero en Querétaro las más abundantes son maíz, sorgo y trigo”, precisa.
La primera parte del proceso es la separación y revisar que no venga contaminada (color y forma) con otro tipo de biomasa. Luego, molerla, tamizar y pasa al proceso de fermentaciones.
En el segundo proceso se encuentra Hamilton Guillermo Mosquera Toscano, estudiante de Doctorado del Instituto de Ingeniería, quien explica que se coloca la biomasa en fermentadores. Al ser residuos difíciles de degradar por estar compuestos de fibras, estas se degradan.
“En este caso, lo que queremos es obtener productos que tienen valor añadido o industrial. Estoy tratando de producir ácido láctico; lo que tratamos de hacer con este ácido láctico es producir bioplásticos. Existe un compuesto que es el ácido poliláctico que se utiliza para sintetizar plásticos biodegradables”, indica.