Con una precisión sin igual, con aguja e hilo en mano, la artesana Gloria Pérez coloca las chaquiras que conformarán los lentes de una de las variantes de la muñeca indígena otomí que caracteriza a su natal Santiago Mexquititlán, delegación de Amealco de Bonfil.
Esta versión de la muñeca asemeja a una anciana con anteojos, un detalle que Gloria comenzó a diseñar desde la mañana y que pasado el mediodía sigue puntualizando; el tiempo que dedica a este paso es muestra de la exactitud de su trabajo, del tiempo y de la dedicación que impregna cada una de sus creaciones.
Junto con su esposo Rafael Robles, ambos trabajan en la confección de una de las artesanías más icónicas del estado y que para ellos ha representado su sustento diario, así como la posibilidad de brindarles una educación a sus hijos.
A algunas décadas de distancia, Gloria recuerda que desde su infancia su madre, Carmela, la acercó al arte de diseñar y crear muñecas otomíes.
“(Somos) de Santiago Mexquititlán, donde está la cuna de Lele, somos de allá. Tenemos variedades: de chef, de catrina, los soldaditos, los charros. (Las elabora) desde que tengo uso de razón, porque mi mamá lo hacía, entonces ahí fuimos aprendiendo, le ayudábamos a rellenar las manitas, las patitas y ya mi mamá las unía. Nos entreteníamos, era cansado y sigue siendo cansado”, explica.
Hacer estas muñecas conlleva un proceso en el que participa toda la familia de Gloria, de lo contrario, señala, no sería posible terminar en un par de días casi 20 muñecas.
“Lleva un proceso, por ejemplo, cuando me levanto temprano pues nada más puedo terminar 20 para unir las piezas y al día siguiente tengo que levantarme igual, a la misma hora, para terminarlo todo y ponerle ya el vestido, el cabello, la trenza, me hago dos días para hacer 20”, expone.
Su hijo el más pequeño, de 10 años, participa en la elaboración de los moñitos, las flores y los listones que engalanan la cabellera de las muñecas.
“Tiene 10 años mi niño, él es el que hace los moñitos, los listones y ya sabe su trabajo, (después de que) va a la escuela, lo que hace es comer, ya después empieza a cortar sus listones y a hacer sus flores. (...) Tengo cinco hijos, de ahí sacamos para el estudio de mis hijos, pero cada uno de ellos hace su trabajo, quien llena las manitas, el pie, la pancita, la cabeza, quién corta, hacen el recorte de tela, así podemos avanzar porque uno solo no puede avanzar”, relata.
Sin embargo, vivir de la artesanía es complejo, pues el regateo de precios es una práctica constante, comenta Gloria, al tiempo que hace un llamado para que los compradores reconozcan el trabajo de los artesanos y valoren el empeño que plasman en cada pieza.
Incluso, en ocasiones ceden al precio que establece el cliente con tal de poder colocar uno de los productos.
En el caso de las creaciones de Gloria, los precios van desde 40 pesos la más pequeña hasta mil pesos las más grandes, uno de estas referencias es una muñeca que personifica a la catrina: cada detalle de su rostro fue tejido por ella.
“Todavía se da eso (del regateo), muchas veces los señores no valoran nuestro trabajo, nos tienen un precio muy bajo y a la vez cuando nos hacen eso pues a veces sí lo tenemos que bajar para vender, porque si no luego no hay. (…) Que valoren nuestro trabajo, nuestra artesanía, que son hechos a mano, no son chinos, deberían de valorar eso”, dice.
Además del proceso tan detallado que conlleva crear cada una de estas piezas, hay etapas que tienen un mayor grado de complejidad. Relata que en el caso de las muñecas más pequeñas, de escasos cinco a diez centímetros de altura, la hechura de las trenzas requiere de una destreza que aún con el paso de los años sigue siendo un reto.
“Para las más pequeñas son las trencitas (lo más difícil), porque como está bien pequeño no puedes manejar mucho su cabello para ponerle el listón. (De las muñecas grandes el proceso más complejo es) unir las partes, se debe tener mucha fuerza para que los puedan unir, a veces yo soy quien las une porque mi esposo lo aprieta mucho y a la hora de amarrar suelta el hilo, entonces quedan colgando las manitas y yo no, lo uno, pero es lo más difícil”, comenta.
Hay muñecas que en su vestimenta portan el tradicional quexquemetl, una pieza a escala que es igual de detallada que una pieza de tamaño tradicional.
“Por ejemplo, este es el quexquemetl de Santiago Mexquititlán y está bien detalladito, porque no se deja manejar bien el estambre para hacer el flequito”.
En ocasiones los clientes de Gloria le solicitan versiones muy específicas que también demandan una dificultad especial; y que incluso le espantan el sueño, mientras determina el diseño que requerirá.
Desde figuritas de la película Coco hasta charros, jugadores de fútbol americano, soldados, chefs, son parte de una larga lista de creaciones.
“Me gusta mucho hacerlo (la elaboración de muñecas), cuando me dicen hazme este diseño, ahora sí que ni duermo porque estoy pensando cómo lo voy a hacer. Ya hice la familia Coco, ya hice unos de fútbol americano, a Mickey Mouse, me han pedido a La Chilindrina, unos charros especiales con bigote y todo”.
Crear la tradicional muñeca indígena con la que se distingue al estado “representa nuestro trabajo, nuestro orgullo de ser de Santiago Mexquititlán”.