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El día transcurre de manera normal en el Mercado de Abastos de Querétaro. Los clientes caminan por los locales, los pasillos. En este lugar conservar la sana distancia es imposible por la cantidad de personas que acuden todos los días, ya sea para surtir sus negocios o las despensas del hogar.
A pesar del anuncio hecho por la administración del mercado, en el sentido de que no se permitiría el acceso general a todas las personas, y que se privilegiaría a los mayoristas, incluso prohibiendo el acceso a autos pequeños, el acceso es libre.
En la calle de Cerro Blanco, uno de los accesos al mercado, un grupo de empleados de un local piden a los automovilistas usar cubrebocas. Algunos hacen caso, otros, a falta de uno no lo portan. Aún así pasan. Se alcanza a ver la torreta de una patrulla cerca de la fila de vehículos que intentan ingresar al mercado. La patrulla sólo va de camino, no hay una vigilancia especial para el mercado.
Van solos por las compras
A diferencia de otros tiempos, no se ven a familias juntas haciendo las compras. Se ve a personas en solitario, brincando de un puesto a otro. Compran kilos de jitomates, tomates, chiles, calabazas, papas. Llevan lechugas, espinacas, coles, coliflores. Igualmente llevan manzanas, papayas, naranjas, plátanos. Aprovechan para hacer una buena despensa que les permita permanecer en casa. Los clientes se pueden dar ese privilegio, mientras los empleados del mercado tienen que trabajar. Pertenecen a la cadena de suministros, no pueden permanecer en casa. “Si no trabajamos, no comemos y no come la gente”, dice la cajera de una local.
Los pasillos del local son estrechos. Los clientes caminan de un lado a otro en búsqueda de su mandado. Caminan de un lado a otro, a veces se rozan las espaldas, se encuentran a medio pasillo. Es imposible mantener una distancia de seguridad.
En las cajas, al momento de pagar, también se presenta esa situación. Los cuerpos están muy cerca.
A un lado de la fila de clientes que intenta poner al menos “media sana distancia”, una joven camina mientras habla por teléfono. No lleva cubrebocas, no lleva guantes, no se protege. Simplemente camina por los pasillos, como si no pasara nada alrededor. Como si el mundo no estuviera en alerta por el Covid-19. Como si no hubiera muerto nadie por ese virus, como si fuera un mito ouna leyenda urbana.
“Dicen que es una leyenda, que lo crearon los gringos en un laboratorio para pegarles a los chinos que son potencia ¿Se imagina a los chinos doblando a los gringos?”, dice un comerciante a una clienta, quien a la vez le responde que no cree que el Covid-19 sea real. El diálogo sorprende a quienes lo escuchan. El número de personas contagiadas aumenta todos los días en el mundo, al igual que los muertos, pero todo, por la falta de información, se reduce a una leyenda urbana, una conspiración.
Los clientes que dejaron sus autos en las inmediaciones del mercado caminan cargando sus bolsas. Muchos no van solos o van en parejas. Los menos van en parejas... y los dos niños. “Es que se aburren en la casa toda la semana”, dice una mujer.
Los filtros de seguridad, que anunciara la administración del mercado, no se aplican. Hasta el lunes, declaró en un video que se divulgó en redes sociales el administrador del mercado. El fin de semana, todo normal.
Para después del mediodía el flujo de clientes disminuye, pero sigue habiendo una gran cantidad de compradores. La mayoría de las grandes bodegas de vegetales cierran sus puertas. Permanecen abiertas las de carnes frías y lácteos, pero sólo por un par de horas más. La mayoría cerrará a las tres de la tarde.
Compras de pánico
A pesar de que la mayoría de los locales cerrarán en unos minutos, los compradores aún llegan. Apresuran el paso. Compran de manera más rápida, mientras los empleados de los negocios platican y dicen que ya pronto cerrarán, que será momento de ir a casa.
La mayoría de los negocios abren. No hay restricciones para ningún giro comercial en el Mercado de Abastos.
Incluso, los comerciantes de alimentos preparados trabajan de manera normal. Los puestos de tacos, gorditas, y otros antojitos ofrecen sus mercancías a quienes ya sienten hambre luego de sus compras. Todos en el mercado tienen necesidad de vender. Quedarse en casa es un lujo que no pueden darse. Si no venden no comen, dicen los locatarios.
Además, los comerciantes tienen una función fundamental en esta contingencia, pues forman parte de la cadena de proveeduría, al ser donde muchos pequeños comercios, tanto de las colonias de la ciudad de Querétaro, como de otros municipios cercanos, se surten.
A partir del lunes las cosas cambiarán. Las personas que no sean mayoristas ya no podrán entrar al mercado. Quienes no porten cubrebocas tampoco lo podrán hacer, ya que será obligatorio. Mientras el ir y venir de la gente es constante y con la ausencia de la sana distancia. Lo que importa es llevar la comida a casa. No importa que sean clientes o comerciantes. Todos tienen ese objetivo.