Amatore de Sario es un hombre tranquilo. El originario de la ciudad de Bari, en Italia, platica que desde hace 11 años vive en México, repartiendo su estancia entre la Ciudad de México, Guadalajara, Celaya y ahora Querétaro, donde abrió una pizzería, en la cual, comenta, hace su comida “con el corazón”.
Un horno de ladrillo está encendido. Adentro arde la leña, cuyo fuego servirá para la cocción de los alimentos que prepara Amatore personalmente. Mientras prepara la masa para las pizzas del día explica que llegó hace 11 años a México, y hace tres a la ciudad de Querétaro, donde decidió, junto con un socio, abrir un restaurante, en donde además de las pizzas ofrece pastas, siendo la lasaña una de las especialidades.
“En Querétaro tengo alrededor de tres meses. Antes [estaba] en la Ciudad de México, en Guadalajara, en Celaya, pero la mayor parte del tiempo me la he pasado en la capital del país. Inicialmente, cuando llegué aquí, puse mi propio restaurante, pero me encontré con una mujer que aparentemente era muy confiable, sin embargo, después resultó que me quitó todo”, lamenta.
Relata que tuvo que empezar nuevamente, porque la mujer con la que se relacionó, aprovechando un viaje que hizo a su país natal para arreglar algunos asuntos, vendió el restaurante y lo dejó prácticamente sin nada de su patrimonio económico.
“Cuando regresé todo estaba a su nombre, la cuenta bancaria, y todo el rollo. Llegué de Italia y ya no estaba mi restaurante, había sólo otro local, una verdulería. Me fui a Guadalajara con unos amigos que me echaron la mano”, explica.
Para Amatore lo pasado quedó atrás, considera que lo importante es que está aquí en México, a donde llegó luego de divorciarse de su esposa, y tras perder a sus padres, decidió vacacionar un fin de año y luego trabajar.
Junto con dos amigos, echaron a la suerte a donde pasar ese fin de año, uno quería ir a Cuba, otro a Costa Rica y él a México. Decidieron ir a una agencia de viajes para visitar el país al que fuera más económico viajar… Llegaron a Cancún el 20 de diciembre de 2006, en donde se quedó a vacacionar hasta el 7 de enero de 2007, recuerda.
Dos jóvenes llegan al restaurante. Se les toma la orden y Amatore pone manos a la obra para preparar dos pizzas, mientras sigue platicando su historia. Comenta que desde 2007 ha ido pocas veces a Italia porque se la pasa trabajando aquí y allá.
Apunta que le ofrecieron trabajo en Celaya, Guanajuato, le pareció atractivo porque ganaría más dinero, pero no fue así, por lo que optó por abrir un pequeño local donde vender su comida. Ahí fue donde conoció a su actual socio en el restaurante, porque le gustó su comida. Sin embargo, no ha sido fácil, pues en concretar el negocio se tardaron cuatro años.
“En estos cuatro años pasaron otras cosas. Me regresé a trabajar a la Ciudad de México. He trabajado en restaurantes italianos en Polanco y en el Pedregal de San Ángel, cerca de Ciudad Universitaria. Luego decidimos abrir el restaurante y me regresé otra vez a Celaya y estamos aquí ahorita”, dice con una sonrisa.
Confiesa que le llamó la atención Querétaro porque ya tuvo la experiencia de abrir un negocio en Celaya y quería buscar otros sitios, además de que en esa ciudad hay índices de delincuencia más elevados.
“Muchos amigos me decían que Querétaro era buen lugar para abrir negocios y decidimos probar”, confiesa.
Mientras aplana con un rodillo la masa que poco a poco toma la típica forma circular de las pizzas, menciona que Querétaro le ha parecido una capital diferente a toda la Ciudad de México, porque “en una cuadra parece que estoy en Europa, caminas hacia otra calle y dices: ya llegué a México, pero Querétaro es una ciudad que veo en un 90% más europea, por el estilo de la gente, la cultura. Es lo que a primera vista he constatado aquí”.
Amatore detalla que el negocio marcha poco a poco, pues como está ubicado en una planta alta de una construcción no llama mucho la atención, aunque ya cuando se está en el interior se puede apreciar una vista agradable del monumento a los Niños Héroes, en la colonia del mismo nombre, y la avenida Hidalgo, muy cerca de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Pese a ello, opina que si estuvieran en una zona más céntrica las ventas serían mejores, “pero Dios es grande”.
Sabe que existe una comunidad importante de italianos en Querétaro, pero no ha la tenido oportunidad de entablar contacto con ellos porque se la pasa todo el día en el restaurante.
Las pizzas están listas para ser llevadas al horno. Amatore toma una pala de cocina y mueve un poco la leña que arde dentro y el fuego se aviva. Luego, con otra pala de mango largo coloca en el interior una pizza, después la otra. No las acerca tanto al fuego porque se quemarían, las coloca a cierta distancia, mientras dice que todos los alimentos son preparados al momento, nada está hecho con anticipación, lo que asegura la frescura de los mismos.
Confiesa que aprendió a cocinar como un hobbie, pues en su infancia le gustaba mucho la mecánica. Dice que con un tío que tiene un restaurante en su natal Italia empezó a hacer este tipo de trabajo, aunque lo hacía como pasatiempo, pues es ingeniero de maquinaria. Entre semana, agrega, trabajaba como ingeniero, y el fin de semana trabajaba en el restaurante, rutina que llevó a cabo durante 30 años.
“Cuando estaba de vacaciones, el fin de semana, cuando el tío me necesitaba, ahí estaba. También quería abrir mi restaurante. Allá no es como aquí, para abrir un restaurante debes de tener un papel, un certificado para poder empezar un negocio, es más complicado que aquí”, asevera.
Añade que en Italia tiene dos hijos, una mujer de 27 años de edad, y un joven de 25. Aquí tiene una hija de un año y medio, Pía Romina, en Celaya, pues decidió formar una nueva familia con Ana Cristina, su actual pareja, en estas tierras.
Dice que las diferencias entre Italia y México son abismales, primero el clima, pues en México las temperaturas son más benignas que en su tierra natal, además de que aquí hay muchas diferencias sociales.
“Aquí si ganas cinco, puedes vivir con cinco. Si ganas 100, vives con 100. Aquí puedes escoger tu tenor de vida. Allá todo es más caro. Aquí puedes elegir entre la comida para los pobres, la comida para los medios y la comida para los ricos. Si tienes 10 pesos comes lo mismo que si tienes 100. Es la diferencia que encontré aquí”, apunta.
Destaca que no es una persona a la que le guste hacer planes, porque no es un niño de 20 o 30, y que lo que debía de hacer ya lo hizo.
“Mis hijos en Italia están bien, con sus carreras, ya trabajan, tienen profesiones, ya no me necesitan. Veremos aquí que pasa mañana, porque hacer planes no es bueno. Lo bueno es que tenemos la salud y la fuerza para salir adelante, eso es lo más importante, y si viene algo bueno, lo aceptamos, y si viene algo malo, también. A veces depende de nosotros cómo queremos nuestro futuro”, añade.
Las pizzas poco a poco llegan a su grado exacto de cocción, mientras Amatore dice que siempre busca darle lo mejor a sus clientes, pues se quiere distinguir de los demás, pues su comida le sale del corazón.