Mountaga Bangoura, originario de Guinea, llegó a México en 2015. Con 30 años de edad, estudia la carrera de Ciencias de la Comunicación en Querétaro desde hace siete meses. Antes radicó y estudió en San Luis Potosí, de donde decidió salir debido la inseguridad; ya con un bebé y una esposa, busca un lugar más tranquilo para desarrollarse.
Trabaja en un restaurante del centro de la capital queretana, empleo que le permite continuar con sus estudios de comunicación. A mediodía los clientes son pocos, pero unas horas más y el local estará lleno.
El joven, delgado y alto, viste una camiseta de la selección de futbol de su país. La muestra orgullosa de su patria, de donde salió persiguiendo el sueño de una educación universitaria, siguiendo los pasos de su padre, que es periodista militar. Explica que cuando hay conflictos en algunos países de África, su progenitor acompaña a las fuerzas armadas como periodista, una especie de corresponsal de guerra.
“A Querétaro llegué en noviembre [del año pasado], tengo ya siete meses viviendo. Aquí [en este local] vengo a trabajar. A veces tengo seis horas de trabajo, a veces siete, a veces cuatro, y como en la escuela tengo algunos tiempos libres decidí trabajar. Aquí soy subchef, soy cocinero, también a veces soy mesero. Depende, si hay mucha gente también estoy como mesero”.
Sentado en una de las mesas del local, en el tradicional Barrio de La Cruz, Mountaga señala que en 2015 el gobierno federal apoyó a los jóvenes africanos para que pudieran venir a estudiar a México. Cada país de África envió a tres alumnos a la Universidad Potosina, incluyendo estudiantes de Kenia, Sudáfrica, Mali, Senegal, Costa de Marfil, Mozambique y él, dice.
Confiesa que nunca pensó en que terminaría estudiando en México; creía que lo más lógico sería estudiar en Europa, por la cercanía de los continentes.
Diferencia cultural
Mountaga Bangoura menciona que, en un inicio, le costó mucho adaptarse a la cultura del país, pues las formas de ser en África son muy diferentes. Incluso, esto toca a su matrimonio; al respecto, indica que se casó hace un año con su esposa, originaria de San Luis Potosí y abogada de carrera.
“Yo, ahorita, estoy casado con una mexicana y, a veces, tenemos discusiones porque ella también tiene problemas porque tengo otra cultura. Ella tiene que saber mi cultura y yo tengo que saber la suya, para que el matrimonio se desarrolle mejor. A veces es un poco complicado para nosotros el matrimonio, pero con el tiempo voy asimilando la cultura mexicana”, dice.
Apunta que una de las grandes diferencias con su país es que en México hay muchas libertades e igualdad entre hombres y mujeres.
Como ejemplo habla del ámbito laboral, pues aquí cualquier empleo lo pueden desempeñar tanto hombres como mujeres, mientras que en su país algunas familias no dejan estudiar a sus hijas, porque piensan que cuando una estudia puede mandar a su esposo.
Señala que las diferencias entre géneros son principalmente por cuestiones religiosas, pues la mayoría de la gente es musulmana y aplican de manera estricta la ley del Corán. Aunque, reconoce, las cosas comienzan a cambiar, pues su presidente vivió en Francia, lo que le dio una visión distinta, que aplica en su país.
“Somos diferentes, porque aquí en México la mayoría respeta las leyes, en mi país no. Algunos se sienten superiores a otros, porque son familiares del presidente, son corruptos, roban dinero, muchas cosas feas. En todos los países hay corrupción, pero hay diferencias”, apunta.
Comenta que la gente en México es buena. Recuerda que cuando llegó a San Luis Potosí le dijo a su padre que no pensaba quedarse, pues creyó que nunca lograría hablar español; mejor se iría a Francia, pero su padre le dijo que no se preocupara, que pronto aprendería la lengua. En Guinea se habla francés, pues apenas hace 62 años logró su independencia del país galo.
“Fui a la escuela de idiomas. Ahí empecé a salir con algunos amigos, me invitaban a fiestas, a tomar. Yo nunca tomé alcohol en mi país, nunca conocí el alcohol en mi país, aquí comencé a tomar. Esa es parte de la cultura mexicana. Empecé a salir a tomar con mis amigos, las fiestas, a jugar futbol los domingos, las cervezas, son muy amables”, dice con una sonrisa.
Un lugar seguro para vivir
Precisa que se mudó al estado de Querétaro porque le gusta la tranquilidad. Teniendo una esposa y un hijo, lo más importante es la seguridad de la familia y en San luis Potosí a veces la gente “es un poco loca”. Por ello, fue a la Alianza Francesa para ver si podía conseguir un empleo y lo consiguió, como maestro de francés en una academia de idiomas y en el templo de La Cruz.
“Ya me gustó aquí. Voy a ver si me quedo aquí, me siento más seguro aquí”, comenta Mountaga, quien se siente más ligado al país por su hijo, quien recién cumple 10 meses de vida.
Adelanta que en septiembre viajará a su país, pero acepta que es muy complicado tener que viajar a Guinea y dejar aquí a su esposa y su hijo; aunque la pareja analiza la posibilidad de vivir en un país de Europa, por ejemplo Francia.
“Estamos checando eso, pero no pienso dejar a mi hijo. Puedo ir a mi país un mes, dos meses, pero me tengo que regresar, porque tengo a mi niño aquí”, subraya.
Puntualiza que, además de su familia, también tiene a sus amigos de promoción, que se quedaron a estudiar en San Luis Potosí, pero con quienes platica a través de las redes sociales; alrededor de 40 jóvenes africanos.
En el estado, tiene un amigo de nombre Mané, originario de Costa de Marfil, a quien conoció en el pasado Festival de las Comunidades Extranjeras y con quien trabó buena amistad, además, es el único ciudadano originario de África que conoce.
Añade que tiene vínculos con los musulmanes, con quienes reza todos los viernes en una casa que habilitan como mezquita. Dice que el sábado pasado fue el primer ayuno del Ramadán, pero no pudo cumplir con su deber de musulmán porque está enfermo del estómago.
Dice que, en un par de meses y luego de regresar de Guinea, tomará junto con su esposa una decisión de dónde vivir y dónde cursar los dos años que le faltan de su carrera.