En Argentina nadie se acuerda del primer día que tomó un mate. Sebastián Casartelli y Martha Salas, son originarios de la provincia de Córdoba, en Argentina. Dentro de su casa, ubicada en Querétaro, México, y a más de seis mil 700 kilómetros de distancia, Sebastián ceba el mate, mientras Martha pone sobre la mesa cuatro piezas de alfajores, un dulce tradicional argentino compuesto de galletas bañadas en chocolate o hechas de maicena.
Mientras el agua hierve, Sebastián relata cómo llegó al lado de su familia a la ciudad de Querétaro en 2015, donde inició con Martha un negocio para comercializar la hierba mate mezclada con especias mexicanas y preparar comida tradicional argentina bajo la marca Cruz del Sur.
“Había vivido acá de soltero. Soy fotógrafo y estudie cocina y fotografía. La primera vez que me vine a México, me vine a trabajar a la Ciudad de México como asistente en un estudio de fotografía y trabajé mucho tiempo ahí. Después, me fui a Guanajuato y cambie totalmente mi forma de vida, de la ciudad grande al pueblo chico que lo haces caminando”, menciona.
Durante los tres años que vivió Sebastián en México, visitó estados como San Luis Potosí y Oaxaca, donde probó sabores tradicionales de la cocina mexicana como el mole, la canela y el piloncillo. Sin embargo, al pasar el tiempo, decidió regresar a su lugar de origen. “Dije: Voy a ir por tres meses a Córdoba, pero me encontré con amigos, con la comida, las tradiciones y me fui quedando. No regresé a México, empecé a dar clases, conocí a Martha, apareció de sorpresa Ciro y cuando tenía un año y medio, nos despertamos un día y dijimos: ¡Necesitamos un cambio!”, señala.
El viaje de regreso a México lo realizó la familia argentina en el año 2015 y el nuevo lugar de destino fue Puerto Morelos, en Quintana Roo. Pueblo chico, agua cristalina y arena blanca, describe Sebastián.
Después de tres meses, la familia emprendió un nuevo viaje por una oportunidad laboral para Sebastián en un restaurante ubicado en la capital queretana. Con seis maletas, cambiaron el calor de la playa, por la ciudad colonial del Bajío mexicano.
“No conocía Querétaro y Martha tampoco. Dijimos, ¡vámonos igual!, cargamos todo de nuevo después de tres meses, de tener una casa equipada, sala, tele, computadora, cocina, y a vender todo, carro, todo, lo vendimos todo”, menciona.
Una vez que está el agua hierve, el mate cocido puede degustarse con los alfajores, para combinar el sabor amargo de la hierba y el dulce de las galletas. Sebastián ceba más mate en una pieza pequeña de peltre que pertenecía a su abuela y que al menos, tiene 60 años de antigüedad. También lo prepara en un guaje con la bombilla lista para beber. El sabor del mate dependerá de cómo se prepare.
Tomar hierba mate es una tradición familiar y un ritual para compartir, explican Martha y Sebastián. Se toma a todas horas y en todo tipo de reuniones. Para acompañar a un amigo, para reunirse con la familia, solo o durante el trabajo.
“La idea en una reunión de amigos es compartir ese momento, porque mientras pasas el mate estás platicando…. “En mi casa era costumbre que mi papá cuando construía la casa, estaba con el martillo y mi mamá le cebaba un mate. Siempre hay alguien que toma el rol de cebador. El mate te mantiene alerta, despierto, te quita el hambre”, añade Sebastián.
Con la intención de mezclar el sabor de la hierba con otros ingredientes regionales, la marca Cruz del Sur ha creado diversos sabores: mate con naranja y canela, o con cardamomo y coco.
“Nuestra idea no es sólo compartir el alimento que producimos, sino toda esta experiencia, que se entienda la idea de compartir desde el compartir mismo. El mate es compartir, es cuando sos chico y tenés una primera decepción amorosa o lo que sea. Si estás mal, preguntas: Che, ¿me puedo ir a tomar a tu casa un mate?”
“La idea es que se entienda todo el ritual de compartir. Para nosotros va por ahí de compartir una tradición también. La imagen del argentino que tienen en México es la del pedazo de carne, el porteño, La Volpe y hay que luchar con la imagen establecida. Que se entienda que Argentina es mucho más que Maradona, Messi o un corte de carne y el tango”, dice Sebastián.
La creación de la marca Cruz del Sur, inició una vez que llegaron a México. Martha trabajó desde los 17 años en una panadería y con el tiempo, aprendió repostería. En Cruz del Sur, se encarga de preparar los alimentos dulces y Sebastián, con su experiencia en la cocina, prepara los salados.
“Son recetas familiares y que hemos venido modificando un poquito. Lo de los alfajores, empezó por la necesidad de salir a trabajar. Trabajé toda mi vida desde que tengo 17 años, tuve una panadería en Argentina y entonces, no estudie repostería nunca, pero si conocía el tema. Empezamos a buscar algo que yo pudiera hacer con Ciro y que nos generara un ingreso, también para liberar un poco mi cabeza. Empezamos con los alfajores de chocolate y poco a poco fui a vender”, recuerda.
Aunque la idea de abrir un espacio es un plan que mantiene la familia desde su llegada a México, aún es necesario encontrar el lugar adecuado.
Sebastián menciona que algunos de los puntos donde comercializan sus productos es a través de su página de Facebook y en mercados artesanales como el baratillo de los mercaderes, el museo de Arte Sacro, o el Centro Cultural Manuel Gómez Morín.
Mencionan que pronto abrirán un servicio de catering para entregar a domicilio comida preparada como lasaña hecha con pasta casera, además de empanadas de carne, hongos o ravioles.
“La idea es poder llevar la comida argentina a cada una de las casas. Comida que hacían nuestras abuelas. Nosotros vinimos a ofrecerles esto, que es natural para nosotros, y así como hemos tomado costumbres mexicanas como el chile o tatemar, también nos gustaría enseñarle eso a los mexicanos”.