Más Información
El mundo en una carpa, al menos así será este fin de semana en el estadio Corregidora, sede del XII Festival de Comunidades Extranjeras, donde los ciudadanos de todo el mundo que han hecho de su hogar Querétaro y México, muestran parte de lo mejor de su cultura y sus tradiciones.
Mané Gbetibouo, originario de Costa de Marfil, es uno de ellos. Vive en Querétaro desde hace 10 años y 14 en el país.
Señala que se siente muy bien de vivir en Querétaro, al que considera su nuevo hogar, aunque cada año viaja a su país para ver a su familia.
Los visitantes del festival son siempre bien recibidos, si coinciden en los horarios, por alguno de los espectáculos musicales y artísticos que se llevan a cabo en el escenario montado a un costado de las taquillas. Un grupo de danza árabe ejecuta uno de sus números, ante el beneplácito de los asistentes que se dan cita.
Al interior del recinto donde se monta el festival, los stands de los países se dividen por continentes. Una novedad esta año es que la zona de comida está separada de la zona de artículos y souvenirs que se venden los módulos de cada país participante.
La multiculturalidad y diversidad están presentes, aunque en viernes aún no hay tantos visitantes. Aunque ya hay gente que llega al lugar, no son en los números que se acostumbran los fines de semana. Muchos de quienes recorren el lugar son estudiantes de algunas escuelas los cuales son llevados por sus maestros.
En el primer pasillo del festival están los módulos de países europeos y africanos. Costa de Marfil es una de las naciones que se ubica en ese sitio.
En el interior del módulo se encuentra Mané. Revisa algunas cosas sobre una mesa. Luego recibe a los visitantes que llegan hasta el lugar. De voz y trato amable, Mané explica que desde 2005 radica en México, cuando llegó al país como parte del personal de su embajada.
Tiempo después dejó el servicio diplomático y decidió instalar un negocio propio. En Querétaro tiene radicando 10 años, donde estableció una escuela de idiomas.
“Estaba viviendo en México [ciudad], pero cuando llegué a Querétaro vi la seguridad en 2009, cuando aún trabajaba en la embajada, pero decidí trabajar por mi propia cuenta”, abunda.
Emprendedor
Indica que el primer trabajo que tuvo en Querétaro fue en el colegio Álamos, pero luego dio paso a su proyecto de la escuela de idiomas, donde tiene contacto con más ciudadanos de su país.
Explica que en México se confunden las palabras. Dice que inmigrante no es lo mismo que extranjero, pues el primero es quien sale de su país por un problema, por un conflicto social o económico, mientras que un extranjero es aquel que viaja y vive en otro país por gusto. Agrega que tiene amigos mexicanos que viven en Costa de Marfil, porque allá también se sienten a gusto.
Subraya que su adaptación a Querétaro es tal que si a él le dijeran que se regrese a la Ciudad de México, preferiría regresar a Costa de Marfil, pues la vida en la capital mexicana no le gusta, por los problemas que presenta la urbe.
Indica que hay muchas diferencias entre Costa de Marfil y México, pues ve que aquí se pierde la cultura ancestral, mientras que en su país no es de esa manera.
Explica que esto es porque México deja perder, por ejemplo, sus lenguas originarias. Dice que en Costa de Marfil hay 73 lenguas diferentes, en México más de 300, pero no son valorados por los mexicanos, pues se desprecia a los hablantes de esos idiomas.
La importancia de la lengua
En su país, dice Mané, además de su nombre, lo que da identidad a los marfileños es su lengua originaria, además del idioma francés que se habla en su nación, por su pasado colonial.
En su país, les da identidad su idioma originario, su comida, su nombre. En México, dice, la gente por desgracia pierde su cultura cuando deja de hablar sus idiomas originarios. “Se pierde la raíz, la gente dice: ‘esa gente [que habla lenguas originarias de América] no sabe nada’. Hablar una lengua original no significa que no sabe, es parte de la cultura”, enfatiza.
Agrega que otra diferencia entre Costa de Marfil y México es precisamente esa conservación de la cultura ancestral, pues mientras que en México se ve con curiosidad, morbo y hasta con desprecio a las personas cuando usan los trajes tradicionales, en Costa de Marfil es una muestra de orgullo.
Precisa que en el aspecto político las cosas son más o menos similares. Aunque tienen más de 50 años de independencia de Francia, dice que políticamente los galos “están encima” de su país. Enfatiza que la relación con Francia y Costa de Marfil es similar a la que tienen México y Estados Unidos; sin embargo, en este segundo caso, los americanos respetan más a los mexicanos.
Añade que su país es fuerte, y destaca por ser el productor de cacao más grande del mundo, además de tener una producción grande de café. Sin embargo, lamenta que en lo político no haya justicia, pero espera que un día esa situación cambie para el bien de todo el pueblo marfileño.
Mané Gbetibouo sonríe cuando muestra las camisetas del futbolista Didier Drogba, uno de los mejores jugadores del mundo. “Estuvo a punto de venir a Gallos”, dice Mané, pero tienen a Aké Loba, precisa orgulloso.