Ser recibido en Estados Unidos significa para Ángel Sucre la oportunidad de retomar su vida, así lo expone al relatar que tras ser parte de las manifestaciones estudiantiles en Venezuela debió permanecer prácticamente dos años en prisión.
Abandonó su país luego de que se le informó que volverían a encerrarlo.
Mientras en México espera la respuesta a su solicitud de ingreso legal a Estados Unidos, narra los peligros a los que se enfrentan quienes, como él, viajan indocumentados.
No solo temen la deportación, existe violencia, agresiones, violaciones, incluso la muerte; pues afirma que son varios los cuerpos que llegan a verse abandonados en el tramo de selva colombiana conocida como el Tapón del Darién.
Hay momentos en los que como migrante se llega a ver como casi normal sufrir asaltos, incluso cometidos por personas que se acercan ofreciendo ayuda.
Sintió miedo a ser deportado luego de que en Querétaro lo detuvo el Instituto Nacional de Migración (INM), que lo llevó a sus instalaciones mientras esperaba respuesta sobre su situación por parte del Consulado de Venezuela; como pasaron 27 días sin contestación, se le consideró apátrida, tras lo cual se le ordenó que debe abandonar este país en un máximo de 20 días.
Actualmente, se encuentra en Nogales, Sonora, a la espera de que las autoridades migratorias de Estados Unidos acepten su ingreso legal y tomen en cuenta el miedo de que al regresar a Venezuela podría reingresar a prisión.
En Venezuela cursaba sus estudios universitarios en Ingeniería en Diseños Industriales, que no concluyó por su arresto derivado de las manifestaciones estudiantiles; tras su libertad lo citaron las autoridades, pero se enteró que en realidad lo volverían arrestar, por lo cual decidió abandonar el país. Permaneció tres años en Perú, después decidió ir a Estados Unidos, para lo cual debió atravesar Colombia.
Dice que se convirtió en un punto de alto peligro para los migrantes el tramo selvático conocido como Tapón del Darién, incluso al caminarlo se encuentran cuerpos tirados de quienes no lograron salir.
Antes de hacer ese recorrido conoció a Ángel, con quien ha seguido el viaje; a su acompañante le tomó tres días salir de la selva, a él le tomó cuatro.
Para cruzar Panamá requirió de un mes, mientras que recorrer los demás países para llegar a México resultó más rápido: Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
En México, estima que lleva alrededor de mes y medio. Entre sus principales dificultades se halló la necesidad de subir y bajar del tren mientras se encontraba en movimiento.
La alta presencia de elementos policiacos y migratorios en las vías, así como alrededor de los albergues aumenta el tiempo que se debe esperar para seguir el camino.
Está prohibido que las autoridades migratorias realicen detenciones en los albergues o en sus cercanías, de ahí que éstas esperan en los puntos que saben deben ser recorridos para llegar a las vías del tren; logró sortearlas hasta que llegó a Querétaro.
Tras la detención y el plazo para que deje el país en no más de 20 días, tomó un autobús para Nogales, donde se encuentra en un albergue.
“No nos íbamos en un bus, no agarrábamos un carro, más que nada por el miedo de que Migración nos agarrara y nos detuviera; más que nada por eso siempre estábamos en la vía del tren, huyéndole a la migra”, apunta mientras continúa a la espera de recibir una respuesta favorable de las autoridades migratorias de Estados Unidos.