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Mané Gbetibouo tiene un sueño: abrir una escuela en su país, Costa de Marfil, en un barrio pobre de la capital. El plantel, dice, llevará el nombre de Josefa Ortiz de Domínguez, en honor al estado de Querétaro. Sin embargo, el proyecto está detenido, pues se le terminó el dinero.
Mané explica que su país se repone de una guerra civil que costó la vida a más de 9 mil personas. Entre esas víctimas, siete integrantes de su familia murieron.
Dice que la idea de construir una escuela surgió de ver los problemas políticos que vive Costa de Marfil, en donde la gente no cuenta con educación. El gobierno tenía problemas para que los niños encontraran una escuela, pues los salones de clases son insuficientes. En algunos casos había salones con 80 o hasta 100 alumnos.
“Lo que puedo hacer para apoyar a mi gente es [poner] una escuela, es el apoyo para la vida de una persona, pues sin educación no va a tener una buena vida. Yo no voy a recibir dinero, sólo pienso en la gente”, abunda.
Mané fundó una escuela de idiomas en Querétaro, hace 10 años, cuando llegó al estado para vivir.
La guerra en Costa de Marfil no la vivió directamente, pues ya vivía en México, pero lo afectó directamente, con la pérdida de su primos y tíos. Con los recursos que obtenía de la escuela de idiomas pagaba la construcción de una escuela en su país.
Sin embargo, las cosas no han ido bien en la escuela de idiomas, y Mané se quedó sin dinero para seguir con el proyecto. “En este momento está parada la construcción porque no tengo más recursos. Más o menos necesito entre 500 mil y 700 mil pesos para terminar. Si lo tengo, sería muy feliz en mi vida”, subraya.
Indica que la escuela se ubicará en la capital marfileña, Yamusukro, en un barrio muy desfavorecido.
Explica que hay escuelas privadas, pero son incosteables para muchos de los habitantes del lugar, y en las escuelas públicas hay grupos con hasta 100 alumnos, por lo que no hay lugares para todos.
“La escuela privada es muy cara para ellos, no pueden. La escuela [que construye] se la ofrece al gobierno, y sólo se tiene que pagar lo mínimo, para solventar el salario de maestros. No es un negocio que quiero hacer”, agrega.
Explica que su país se independizó de Francia recién en 1960. Desde esa fecha hasta 1933, su primer presidente se perpetuó en el poder por tres décadas. Posteriormente, hubo elecciones, pero en 1999 los militares entraron en conflicto con el presidente. De 2002 a 2004 se presentaron algunos conflictos, pero el más crudo fue en 2010, cuando más de 9 mil personas perdieron la vida.
“Personalmente perdí a siete personas: dos primos, una hermana, un hermano [que era policía], un tío que era ministro religioso, y otros dos tíos”, lamenta.
Dice que a pesar de que los países africanos son independientes, las naciones colonialistas siguen controlando la política. Explica que en Costa de Marfil quien quiera ser presidente debe contar con el apoyo de Francia.
Además, mucha gente, por la explotación de recursos naturales por parte de firmas extranjeras, decide dejar su país, por la falta de oportunidades o empleos mal pagados.
Mané dice que Costa de Marfil es el mayor productor de cacao del mundo. El café es otro producto que se siembra, pero lo pagan a bajo precio, orillando a los campesinos a dejar sus cosechas y aventurarse a cruzar el mar rumbo a Europa.
Muchos, precisa, encuentran la muerte en las aguas del mar, pero prefieren eso a morir en sus países y que el hambre los acabe poco a poco. Además, esta situación ayuda a los grupos armados, pues con la promesa de comida, enrolan a los niños y jóvenes, para ser usados como milicianos.
Mané hace una pausa. Llora de manera silenciosa, pensando en los horrores de la guerra y la pobreza que se viven en África. “Tengo amigos que murieron la semana pasada, se quedaron en el mar”, apunta.
Precisa que su país ha sufrido la guerra, la población se ha visto afectada por esas condiciones, pues en una nación en conflicto, en lugar de destinar el dinero a la educación, se destina para armas, municiones y la manutención del ejército.
Mané llegó a México en 2005, para trabajar en la embajada de su país. Años después, dejó su trabajo, porque el gobierno marfileño cambió.
Decidió salir de la Ciudad de México, que le parecía muy conflictiva, y Querétaro le pareció buen sitio para vivir. Encontró empleo en un colegio particular, dando clases de francés. Al poco tiempo decidió fundar una escuela de idiomas, para cumplir uno de sus sueños. Lo hizo, y se muestra agradecido con Querétaro que le abrió las puertas, y como homenaje a la entidad quiere abrir esa escuela que lleva el nombre de la Corregidora.