Fue en diciembre de 2020 cuando se publicó formalmente la reforma constitucional que consagra el derecho humano a la movilidad. El artículo 4 de nuestra Carta Magna prevé: “Toda persona tiene derecho a la movilidad en condiciones de seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad”, lo que implica un reto enorme para las autoridades.

La movilidad es un tema de gran complejidad, pues no solo se refiere a la obligación que tienen las autoridades de no entorpecer el libre tránsito, sino de crear e implementar todos los medios necesarios para garantizar el traslado de cualquier persona, de un punto a otro, en un plano de seguridad, accesibilidad, eficiencia, calidad, inclusión e igualdad; situación que por supuesto no es nada sencillo, pues involucra inversión, inventiva y, por supuesto, mucha planeación.

La dinámica de crecimiento de las ciudades, el hacinamiento y la intercomunicación entre zonas cada vez más alejadas, hacen complicado encontrar métodos de movilidad rápidos y eficientes.

En este contexto, las autoridades deben buscar opciones más viables y funcionales para las grandes ciudades, que vayan más allá del vehículo particular. Ya no es suficiente con ampliar las redes de comunicación o hacer más vialidades, es necesario pensar en transportes colectivos de alta capacidad, como el metro o el tren ligero. La prevalencia al automóvil ha quedado en el pasado, especialmente con los altos índices de contaminación que nos obligan a pensar en opciones que sean más amigables con el medio ambiente. La implementación de energías limpias es fundamental.

El estrés, producto del tráfico y los embotellamientos, está causando fuertes problemas en la salud mental de las personas. Prueba de ello son los cientos de videos que existen en redes sociales, donde las personas adoptan conductas cada vez más desesperantes y agresivas. Conductas que van desde insultos verbales hasta la agresión física, lesiones o, incluso, el homicidio. La situación que viven millones de personas en nuestro país por este tema es apremiante.

Por eso, la obra pública, especialmente la dirigida a satisfacer estos parámetros, tiene serias complicaciones, pues no solamente debe cumplir las mencionadas exigencias, sino además, ser ejecutada con eficiencia y rapidez, sobre todo cuando con ella se afecta a buena parte de la población en su vida diaria.

Como autoridades, quienes están diseñando, aplicando y dirigiendo los mecanismos de movilidad deben enfocar todos sus esfuerzos para hacer los traslados de las personas más llevaderos. No solo se trata de ampliar carriles o crear “segundos pisos”, sino de generar transporte de calidad. Un transporte digno para todas las personas en todos los ámbitos y sectores. Ese es el verdadero desafío.

En este contexto, la imaginación, pero sobre todo la planeación, es algo fundamental para llevar las cosas a buen puerto.

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