En unos días será discutido, y muy probablemente aprobado, el decreto de presupuesto de egresos de la federación para el ejercicio fiscal 2025.
Varios aspectos han destacado del proyecto enviado por el Poder Ejecutivo Federal, como los recortes en áreas delicadas como seguridad y las universidades. Ante esto, el coordinador de las y los diputados del grupo mayoritario, y presidente de la Junta de Coordinación Política anunció que habría una reingeniería profunda en el presupuesto. Cuestión insospechada, considerando que ambos pertenecen al mismo partido político.
Pero, más allá de eso, lo que no está sujeto a opinión ni percepción, son los recortes realizados en varios rubros. Uno de ellos, el más sensible tal vez, es el sector salud.
De acuerdo con las estimaciones más superficiales, la Secretaría de Salud tendrá una disminución del 40% aproximadamente, lo que impactará, sin duda, en la prestación de los servicios básicos para la población.
El partido oficial ha buscado disminuir el impacto político y mediático a través del IMSS Bienestar, que recibirá gran parte del presupuesto en este rubro. Sin embargo, ello debilita la calidad y eficiencia en los servicios, pues ahora todo se centralizará en esa dependencia federal. ¿Estará preparada para atender a la mayoría de la población no asegurada?
Desde el sexenio de Miguel de la Madrid, se inició en México un proceso de descentralización de los servicios de salud. La finalidad era aliviar la carga del sector por medio de los gobiernos locales; transmitir esas obligaciones para que fueran estos quienes brindaran una atención más cercana a la población, considerando las grandes distancias entre comunidades.
Sin embargo, esa descentralización está en peligro de extinción. Prueba de ello son los recursos destinados este año al Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud, también conocido como FASSA, que se transmitían a los estados y que tendrá una caída del 66% en comparación con el 2023.
¿Eso qué significa? Pues que los hospitales y clínicas estatales tendrán menos recursos para operar. Si los gobiernos locales no invierten dinero propio en este rubro, las y los pacientes serán quienes paguen los “platos rotos”. No habrá recursos para atención ni mucho menos para tratamientos.
Ese es el panorama que nos espera. Un sector salud cada vez más mermado, flaco y débil. Un sector que, de antemano, está muy lejos de ser Dinamarca.