¿Qué hacer frente a Trump? Debe ser la pregunta que varios mandatarios en América Latina se están haciendo.

A una semana de que Donald Trump llegara a la Casa Blanca, ha deportado a más de 4 mil migrantes. Contrario a lo que muchos pensaban, está aplicando sus promesas de campaña con firmeza, sin recato, ni prudencia. Por disposición del mandatario, miles de familias están siendo afectadas con deportaciones masivas. No ha existido tregua, paciencia ni mucho menos consideración a las personas que, por distintas razones, motivos y medios, radican en la unión americana.

Sin duda, la aptitud del mandatario estadounidense nos debe tener alertas. Queda claro que está decidido a deportar millones de connacionales. Ya no son amenazas, es una realidad.

Prueba de ello fue el encontronazo que tuvo con su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, quien por un momento se negó a recibir a varios de sus paisanos que habían sido retornados de forma indigna a su país, con pies y manos encadenadas. Y digo que fue por un momento, porque en respuesta casi inmediata, el mandatario norteamericano le amenazó con imponer aranceles de entre 25 al 50%, provocando con ello el desistimiento del presidente colombiano.

Este episodio, además de bochornoso, fue un claro ejemplo de que Donald Trump está hablando en serio y que no teme imponer aranceles u otras medidas para cumplir sus objetivos. Si bien el presidente de Colombia ha convocado a la CELAC para atender este asunto, la realidad es que las reacciones han sido lentas y a destiempo.

América Latina enfrentará un desafío sin precedentes, producto de una política permisiva que se toleró e impulsó desde la segunda mitad del siglo pasado. El objetivo debiera ser crear un frente común que detenga o, por lo menos, aligere la carga de las deportaciones. No obstante, esto llega a tarde frente a una política exterior de EUA que ya está en proceso y provocando fuertes secuelas.

En esto, la pasividad de México ha dejado insatisfacciones. Siendo el vecino directo de la nación americana, era lógico que encabezara la estrategia de respuesta de toda América Latina. Una estrategia que no solo se limitara a repetir el trato humanitario que deben tener los migrantes, sino que proponga soluciones efectivas para una posible crisis.

En lugar de eso, este gobierno ha optado por la comodidad del escritorio y los discursos, dejando ir la oportunidad histórica de encabezar esta defensa de corte internacional. En su lugar, no hay claridad sobre las acciones que se realizarán.

Por ejemplo, ¿Cómo se combatirá la inseguridad en la frontera para evitar que nuestros connacionales sean victimas del crimen organizado? ¿Cómo se les garantizará un trato seguro y sin riesgos? ¿Cómo se les proporcionará vivienda, alimento, trabajo, educación, refugio, salud, entre otras necesidades? Y, sobre todo, ¿Qué posición se tendrá frente a las amenazas de aranceles u otros amagues económicos por parte del mandatario del norte?

Así, el problema migratorio se ha desencadenado, sin claridad ni mucho menos respuesta, frente a un Donald Trump más decidido y recargado.

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