Corrieron las primeras horas del 3 de junio, y se dieron a conocer los resultados de este proceso electoral. Como en toda democracia, más allá de posturas personales, ideológicas o de partido, lo que cuenta es la voluntad popular expresada en las urnas. Sin duda, la mayoría del pueblo de México reflejó su decisión para los próximos seis años. Como se le vea, los resultados de la elección presidencial son indiscutibles y así debemos aceptarlos.

Esta elección nos deja muchas enseñanzas. En primer término, que la mejor encuesta para conocer el sentir de la gente es la misma elección. Encuestadoras, redes sociales y medios de información, son útiles para informarse en parte sobre el termómetro social, pero nunca reemplazarán en su realidad la voluntad de la gente. En el futuro, debemos tomarlas con cautela y reserva, pues nos pueden conducir a falsas percepciones.

Por otro lado, un aspecto muy positivo, será que por primera vez en la historia de México, tendremos a una mujer presidenta de la república. Un avance importante en la consolidación de la igualdad de género y la incursión cada vez más marcada, de las mujeres en puestos de decisión. Por ese lado, me siento muy congratulada de que esta lucha por la igualdad esté, por fin, dando sus primeros frutos.

También, es claro que debemos fortalecer nuestro sistema democrático, para que éste no se vea afectado o amenazado por la violencia o la delincuencia. Es triste pero real. Este proceso electoral fue el más violento que hemos vivido recientemente. Varias candidatas y candidatos perdieron la vida, otros sufrieron actos que afectaron su integridad y que pusieron en peligro a sus familias. Aunado a eso, se presentaron algunos incidentes de violencia y sabotaje para las casillas, con la finalidad de inhibir el voto. Ello es algo que no debemos permitir, aceptar ni normalizar. Es importante combatir estas prácticas para que no se repitan en las siguientes elecciones.

Frente a los resultados, debemos reflexionar, analizar y entender que en el fondo hay un mensaje del electorado para el gobierno y la oposición.

Para el gobierno, la gente espera resultados. Está cansada de la polarización y las ambigüedades. Que espera, una vez depositada su confianza, que el próximo gobierno resuelva los grandes problemas del país y no se entrampe en burocracia, politización o pleitos legales. No creo, como lo dijo el presidente, que haya un “referéndum” para su gobierno. Me parece, más bien, que es un mandato expreso, con amplias facultades, para que cumpla lo prometido: desterrar la corrupción, combatir la inseguridad y erradicar la pobreza.

Para la oposición, que necesita renovarse y buscar un proyecto nuevo, diferente, si quiere continuar en la lucha electoral. Que la gente ya no conecta con el mismo discurso y que prefiere, incluso, renunciar a la pluralidad, a costa de la efectividad.

Una vez dada vuelta a la página, ¿Qué sigue?

En primera instancia, dar prioridad a la reconciliación nacional. Es importante dejar de lado el encono de las campañas y avanzar hacia un verdadero proyecto de nación, que nos lleve a todas y todos hacía la consolidación de un México más justo y próspero.

Los retos son enormes y bastantes. Temas como el combate a la inseguridad, la protección a la salud, el fortalecimiento a la educación o la atención a grupos vulnerables, estarán en la agenda pública desde el primer día. Será trabajo de todas y todos unir esfuerzos.

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