El 7 de julio se llevará a cabo la 24 Asamblea Nacional del PRI. Se trata, ni más ni menos, de la reunión más importante de este partido político. Una reunión que se realiza cada tres años y en la que confluyen en un solo lugar y momento: líderes, cuadros, funcionarios de alto nivel y toda la militancia y simpatizantes que se identifican con el tricolor.

El objetivo es un acto masivo de reflexión. Analizar la situación en la que se encuentra el partido y el rumbo que deberá seguir para los próximos años y procesos electorales.

Sí bien, mucho se ha comentado del momento difícil que vive el PRI, la realidad es que no se trata de un hecho aislado. El PRI vive la misma crisis que toda la oposición en México. Una crisis de identidad y de apoyo social. El oficialismo avanzó con paso firme, aprovechando las situaciones y las circunstancias.

Tampoco es que el PRI sea el “gran perdedor” de la pasada elección, el tsunami electoral pegó por igual, poniendo en riesgo la pluralidad y la democracia en todo el país. Es claro que el ascenso del oficialismo se ha dado por la pérdida de confianza de la gente en otras opciones políticas. Por eso, el reto no es fácil. La forma de hacer política ha cambiado. El PRI enfrenta una tarea difícil, debe reinventarse para atraer nuevamente la confianza de la gente.

Ya se comienzan a oír las voces que plantean cambios al interior del partido, en las dirigencias o en las estructuras; sin embargo, me parece que ello no es la solución, sino la “salida fácil” y, por supuesto, no necesariamente la correcta o efectiva.

Algunas personas hablan de cambiar la dirigencia, otros de cambiar el logotipo, nombre y emblema, otros casi de “refundar” al partido. Ideas buenas todas, pero al final, poco seguras en cuanto a su efectividad. No obstante, lo que sí tengo claro y considero que los demás deben tenerlo, es que el PRI no está para experimentos u ocurrencias. Se trata de un instituto político con 95 años de historia que tiene en su haber grandes éxitos. Por eso, debemos apostar a lo seguro, a lo que ha funcionado. El problema no está al interior del partido, sino hacia el exterior.

Es cierto, debemos robustecer la estructura, fortalecer los vínculos y lazos con la militancia, pero también, debemos mejorar la conexión con las personas, la manera de impregnar en las y los ciudadanos. Seamos honestos. El partido ha perdido el hilo conductor de la comunicación. Es tiempo de socializar el discurso, de hacerlo accesible. Si el PRI quiere recuperar la confianza de la gente, debe replantear su mensaje, incursionar en nuevas formas de hacer política, recuperar sus raíces ideológicas y conectar con temas de trascendencia del nuevo milenio. Es tiempo de impulsar nuevos liderazgos, darle más espacio a las y los jóvenes, abrir más áreas de oportunidad para las tendencias novedosas. Esas y otras acciones son las que sí pueden hacer un cambio significativo.

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