Esta semana se aprobó en la Cámara de Senadores una de las reformas más polémicas y —potencialmente— dañinas para nuestra democracia, pues la Reforma al Poder Judicial empoderará al régimen oficialista, pondrá en juego la división de poderes y no resolverá los problemas que tiene el sistema judicial.
Por ello, durante la sesión, además de votar en contra, presenté una moción suspensiva a la discusión del dictamen por tres razones que me gustaría reiterar en este espacio:
1. Las y los senadores asumimos nuestras nuevas encomiendas hace poco más de una semana, y se necesita tiempo para analizar con diligencia una Reforma. Sobre todo una con las posibles consecuencias que tendrá la recién votada.
2. La ciudadanía se ha manifestado en contra de la Reforma y se tienen que escuchar todos los puntos de vista.
3. Porque es necesario esclarecer las presiones a las que fueron víctimas las y los senadores de oposición.
Abonando a lo mencionado en la moción suspensiva, expresé mi postura en contra de la Reforma porque elegir a los jueces mediante voto es una ilusión, pues será el régimen quien escogerá quiénes son aquellas y aquellos que pueden ser votados: solo sus afines serán candidatos. Quieren vender una falsa democracia, una quimera. Esta Reforma pretende cambiar a miles de jueces con carrera y profesionales, por jueces que le sean leales al partido oficialista.
La gran mayoría de mis compañeros senadores de oposición nos mantuvimos firmes en nuestra convicción y firmes en nuestro compromiso para con las y los mexicanos: tender puentes en ánimo de construir siempre y cuando sea por el bien de México, y ser contundentes cuando lo que proponga Morena sea dañino para la nación. Otros no, pero la historia los recordará.
Defender la autonomía del Poder Judicial y reforzarlo es defender a las familias de nuestro país. Es lo correcto y es nuestra responsabilidad como representantes de un pueblo lleno de ganas de salir adelante, de mejorar y de progresar.