Después de décadas de impulso a la democracia, entendida como equilibrio entre poderes, de la obligada rendición de cuentas y de sanciones para la corrupción o el desvío de los intereses nacionales por algunos gobernantes, en la actualidad contemplamos cómo se están rompiendo en países importantes estos elementos para dar paso al autoritarismo en el mundo, que se combina con nacionalismos, populismos y teorías conspirativas; que favorece los intereses de potencias adversarias identificadas como no democráticas y enemigas de la democracia.

Pareciera una labor calculada desde hace tiempo y que tiene elementos comunes: someter al poder legislativo, minar el poder judicial, eliminar la prensa libre, descalificar personajes o instituciones democráticas, sean ellas internacionales o domésticas; introducir leyes y prácticas autoritarias al margen o en el borde de la ley, y favorecer una élite que se enriquece con los contratos de gobierno.

El lugar más importante lo ocupan los Estados Unidos, tradicionalmente considerados a nivel mundial como el adalid de las libertades, instituciones y prácticas democráticas. Con la llegada de Donald Trump y en este segundo gobierno, tanto Ucrania como Europa han sido abandonadas en los hechos frente a las amenazas rusas; se ha pasado por encima de acuerdos internacionales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, bonitamente se pretende anexionar a un país como Canadá y a Groenlandia y han cancelado compromisos ineludibles.

Países como Hungría, que pertenece a la OTAN y a la Unión Europea, se han negado a asumir los compromisos de defensa contra Rusia, minando ambas organizaciones. Con el slogan de “Hungría primero”, su primer ministro, en el poder desde 2010, ha purgado a la oposición, y abiertamente ha declarado que la época de la democracia liberal ha terminado.

En Rumania, el poder judicial ha anulado las elecciones e impedido la participación del populista Calin Georgescu, quien ganó la primera vuelta, generando una seria inestabilidad política, pues se le investiga por haber recibido más que apoyo de Moscú. Un populista de derecha en toda la línea se presenta ante la población como el que ahora lucha contra todo el status corrupto en su contra y sus fans llaman por una insurrección “del pueblo”. Se parecen en todo.

En Turquía, otro populista, Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2003 como primer ministro y ahora como presidente, dice construir una “democracia musulmana”, y ha encarcelado al único opositor que podía desafiar su gobierno, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu.

En El Salvador, se ha señalado que la aceptación de 238 venezolanos por el gobierno de Nayib Bukele, y de casi 2 docenas de salvadoreños, tiene como propósito que no se ventilen sus propios arreglos con la delincuencia organizada. Tanto Trump como Bukele, cuya liga es creciente, han pasado por encima de la ley, pues muchos de los detenidos no vieron nunca un juez ni tuvieron un abogado.

Lo peor, hay varios partidos y personalidades apoyando incondicionalmente estas causas.

Maestro en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales

Google News

TEMAS RELACIONADOS