Por fin, la camioneta se detuvo. El paisaje que se alcanzaba a ver a través de las ventanillas del vehículo era deprimente, los variados tonos de verde que antes vestían esa hermosa zona de la sierra queretana, habían sido ahogados por un color gris agobiante.
Supimos del lugar exacto en donde debíamos detenernos porque a la distancia habíamos visto varios vehículos parados a la orilla de la carretera y un gran movimiento de personas en el sitio.
Después de casi cinco horas de viaje pudimos bajar de nuestro transporte. Al abrir la puerta, nuestros sentidos percibieron la tragedia sucedida, el olor a humo que saturaba el ambiente, la gruesa capa de ceniza que se sentía bajo nuestros pies, el silencio por la ausencia de la fauna en el lugar. El desastre ecológico era sobrecogedor.
Lo primero que hice fue observar con detenimiento el daño que habían sufrido los árboles gigantes de la Sierra Gorda, desde el tronco hasta la copa de esos centenarios compañeros nuestros, la huella del calor que los había consumido era la constante. El camino nos llevó al lugar en donde hasta el día de hoy, se concentran brigadistas de la sociedad civil, muchos de ellos estudiantes de la UAQ, personal del Ejército o de Protección Civil, y de la Cruz Roja; para llegar ahí tuvimos que atravesar los bosques de pinos característicos del municipio de Pinal de Amoles y la exuberancia de la flora que identifica al Municipio de Jalpan de Serra; hasta ahí parecería que nada ha cambiado, sin embargo la carretera que conduce hacia el municipio de Landa de Matamoros, otrora flanqueada por abundante vegetación verde, ahora está casi totalmente seca, la falta de humedad es evidente, ¿serán los estragos del cambio climático?, probablemente. Sólo algunas plantas que lograron retener algo de humedad pintan de lunares verdes el café grisáceo dominante.
Lo peor y lo mejor de esta tragedia estaba por llegar. Atravesamos la comunidad de La Lagunita para encontrar el camino hacia la delegación de San Juan de los Durán; justo diez minutos antes de la entrada a ese poblado, se encontraba el puesto de apoyo y suministro de alimentos y bebidas hidratantes, en donde entregaríamos los insumos que varias personas nos habían confiado para que llegaran a su destino.
Es así, que como siempre, frente a una tragedia de esta magnitud, dos historias se escriben al mismo tiempo, una que habla de irresponsabilidad y negligencia, y la otra, de compromiso, de entrega y de amor. El dolor frente a la realidad de la devastación provocada por el fuego que seguramente pudo haberse detenido, sólo se compensó al ver a cientos de personas trabajando como hormiguitas, unos acercando los insumos y el material para trabajar, otros llevando los alimentos y las bebidas a las y los brigadistas, quienes iniciaron su jornada a las cuatro de la mañana y que con su rostro negro por el hollín bajaban de la imponente sierra reflejando profundo cansancio. La labor de todas y todos es igual de importante, desde quienes se acomiden a levantar la basura generada en el lugar, hasta de quienes vigilaban el tráfico para evitar accidentes, pasando por supuesto por quienes han arriesgado su vida para ir a detener el fuego y los que con su experiencia dirigen hasta el día de hoy la operación.
Un ejemplo de valor y entrega fue la vida de los 5 tripulantes del helicóptero de la Marina, quienes murieron al desplomarse la aeronave cuando realizaba maniobras para detener el incendio. Quisiera decirle a sus familiares que frente a la obscuridad, existe la luz de los seres humanos cuyos pasos fueron guiados por la solidaridad y el compromiso.
El incendio que inició el pasado 5 de mayo cumple ya 23 días, ha consumido casi dos mil hectáreas de bosque y un sinnúmero de animales han muerto quemados vivos. ¿Pudo haberse evitado esta tragedia?, seguramente sí. Yo seguiré exigiendo respuesta a quienes dicen gobernar y ojalá mínimamente entiendan que estos eventos no son escenario para fotografías propias de campañas electorales.
Presidenta Desarrollo Comunitario para la Transformación Social, A.C.