La respuesta de la presidentA Claudia Sheinbaum, cuando el miércoles le preguntaron sobre la decisión del Senado de reelegir a Rosario Piedra Ibarra, al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, fue por demás reveladora.
“Es una decisión del Senado la que se tomó ayer. Y hasta ahí”.
Quizás esa declaración de la presidentA hubiera pasado desapercibida, si no hubiera sido por las malas formas de los trogloditas senadores de Morena, comandados porrilmente por Adán Augusto López Hernández, quien sin ningún pudor dictaba órdenes al presidente del Senado, en otros tiempos aguerrido legislador.
Así ocurrió porque la reelección de Rosario Piedra provocó una fractura temporal de la bancada de Morena, que se dividió en “Claudistas” y “Amlistas”.
Fue evidente, pero además varios de ellos se quejaron en público y en privado de la grosera intervención del expresidente, haciendo quedar a la presidentA como si fuera una marioneta.
Sheinbaum, aseguraron, quería a Nashieli Ramírez Hernández y López Obrador a Rosario Piedra.
Revelaron que fue el impresentable Félix Salgado Macedonio quien les echó en cara a los inconformes que hoy son senadores por decisión del expresidente, que se lo deben a él y por eso también su lealtad y sometimiento.
Así que, con un desaseo y una desfachatez que pasarán a la historia, se reeligió a la señora Piedra.
El morenista José Antonio Álvarez Lima, exgobernador de Tlaxcala y cercano a Palacio Nacional, reveló que en una reunión de los senadores morenistas acusaron a Nashieli Ramírez Hernández de haberse acercado a los grupos de derecha y que él la defendió, recordando que su padre fue fundador del Partido Socialista Unificado de México y era imposible que ella traicionara ese origen.
En la bancada del PVEM también hubo fracturas y al menos 5 legisladores de ese partido querían votar en contra de Piedra.
Corrió la versión de que las boletas estaban prellenadas, nada más para que en un acto mecánico, autómata, las ingresaran a la urna.
Con ese modo gandalla que hoy no oculta, el capete Adán Augusto llegó a fanfarronear que no importaba cómo se votara pues ya contaban con 87 votos seguros. Y, en efecto, ganó La Chingada.
Mientras tanto, en Palacio, el jueves, como ninguno de los paleros ni gestores que roban espacio a los verdaderos periodistas que asisten a la Mañanera, tuvo la instrucción de preguntárselo, la presidentA intentó un control de daños.
Antes de que terminara la conferencia, comentó sobre la convicción popular reflejada en la prensa de que quien sigue mandando en el país es López Obrador.
“Ayer estaba leyendo algunos temas en redes de la comentocracia y ahora resulta que, desde Palenque, Lopez Obrador está dictándoles a los senadores y senadoras quién va a ser la presidenta de la CNDH. Ya se retiró de la vida pública, está escribiendo su libro, está en otras tareas de la transformación. ¿Ustedes creen deveras que le interese desde Palenque estar pensando quién va a ser la presidenta de la CNDH?”, dijo en tono molesto. Y pidió: “Déjenlo descansar en Palenque, tranquilo”.
No logró controlar nada.
Fue el ejemplo más reciente de la torpe estrategia de Comunicación Social del actual gobierno que, como lo hacía YSQ, privilegia la lealtad sobre la capacidad.
Y quienes supuestamente tienen más habilidades y experiencia, están distraídos en la tenebra, por lo que el vacío que causan lo ocupan quienes se consagraron en la pasada administración como los artífices de la manipulación, operando dentro y fuera de las cañerías del poder, sin asumir el costo de sus perversidades.
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