Los directivos de empresas transnacionales: mujeres y hombres que viven gracias al apoyo que les brindan sus secretarios, asistentes, gestores, agentes y abogados. Poseen casas de lujo que casi no habitan por estar de viaje o en la oficina. En sus habitaciones privadas, hay pantallas conectadas a plataformas que les ofrecen miles de películas que no pueden ver y horas interminables de música que no pueden escuchar. Ellas y ellos siguen el camino acotado por sus asesores. No se arriesgan a caminar solos por la calle.

Las estrellas de cine, los actores de series, los músicos más populares: a fuerza de ver sus rostros proyectados a tamaño descomunal, sus seguidores se sienten con el derecho de espiarlos, seguirlos, hablar con ellos y cuestionar su vida. Los fans pretenden obligarlos a corresponder al apego que les manifiestan, a veces de manera violenta. Estas víctimas de la fama no pueden salir a un parque público, caminar por una playa concurrida ni comprar ropa en una tienda. Su libertad de movimientos se restringe a muy pocos lugares, en tiempos definidos por sus guardaespaldas y consejeros. Para ellos sólo existen los aviones privados que los llevan a resorts a orillas del mar.

Los multimillonarios: desde que el mundo es mundo, los poderosos tienen que cuidarse las espaldas y contratan a expertos en seguridad para que analicen los riesgos de cada acción. Pasan su tiempo libre en sitios exclusivos, donde cada empleado es un posible espía que lleva en el bolsillo un dispositivo móvil desde el cual puede delatar su ubicación y cobrar a los medios sin ética una cantidad atractiva por fotografía, video o archivo de audio.

Las madres de niños pequeños: cuando tienen que estar en casa, muchas mujeres jóvenes sienten que el mundo quedó afuera, lejos de su puerta. Su autoestima sufre daños, el ánimo se afecta y no encuentran placer en la crianza, los trabajos manuales o el cuidado de la casa. Envidian a sus parejas, que salen por la mañana limpios y bien vestidos, rumbo al trabajo, que para ellas es mucho más atractivo que su propia realidad.

Los jubilados: a partir del retiro, ellas y ellos comienzan una rutina que ralentiza sus actividades. Caminan con lentitud, tienden a la reflexión, valoran el silencio que la soledad trae consigo. Algunos afortunados gozan de la calma que tanto anhelaron en tiempos de trabajo intenso, cuando enfrentaron retos enormes, como la creación de empresas. Otros se sienten extraviados ante la magnitud de los largos días sin agenda, y su mente se resiste a ejercer la creatividad posible gracias al vacío de responsabilidades. Enfrentan el peligro de la depresión.

En los últimos años, los psicólogos han estudiado la plasticidad cerebral, esto es, la capacidad que tiene el sistema nervioso para cambiar su estructura y funcionamiento a lo largo de la vida. Lo ideal es que el cerebro realice los ajustes necesarios para reaccionar de manera positiva a la diversidad del entorno. Una mente sana podrá recuperarse después de una enfermedad, un accidente, una pérdida o un cambio significativo, incluso doloroso. La neuroplasticidad permite a las neuronas regenerarse y formar nuevas conexiones.

El libro de la vida tiene más capítulos que los que se aprecian a simple vista. Cuestión de leer entre líneas.

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