El niño corre, salta, trepa al árbol, sube a una rama débil, cae al suelo y grita haciendo un escándalo. Unos minutos más tarde, se levanta, seca sus lágrimas con la mano y sigue jugando como si nada. El abuelo, desde una prudente distancia, mira la escena sabiendo que el diablo, atento a lo que ocurre en la Tierra, mandó colocar sobre el suelo una invisible piel de oveja para suavizar la caída del chiquillo.

La lógica de los viejos es impecable: si los chicos se someten a terribles riesgos y después resulta que no hay consecuencias, es porque el demonio los cuida, poniendo por todas partes zaleas que escapan a la vista humana. El argumento es que las almas tiernas no cometen pecados, por lo tanto, de nada le sirve a Lucifer que mueran los espíritus inocentes; con infinita paciencia, espera a que crezcan y en el proceso los cuida. El infierno está lleno de seres adultos, que cayeron en la tentación y desobedecieron a Dios.

Sea como resultado de esta diabólica estrategia, o por una especie de milagro, al menos de formas inexplicables, muchos seres humanos atraviesan por peligros de muerte y salen ilesos. Sobreviven a desastres naturales como incendios, terremotos e inundaciones. En accidentes mortales, son los únicos sin un rasguño; sufren enfermedades que les ponen al filo del abismo, enfrentan la dolencia y son intervenidos en quirófano varias veces, hasta que los médicos firman el alta en el hospital con los ojos húmedos.

Salir ileso de percances complicados, tener una convalecencia exitosa después de una operación, es tener la suerte de tu lado.

Más difícil es vivir con dolores emocionales. Saber que tu madre habría preferido que no nacieras y que te lo haya repetido a lo largo de la infancia. Sentir que tu familia te rechaza y odia que lleves su apellido. Haber sido el niño o niña acosados en el aula de primaria, el que no tiene con quien compartir el almuerzo, el que pasa cerca de un grupo de estudiantes que murmuran, que comparten maledicencias, se ríen con burla y tú sabes bien que hablan de ti.

A medida que pasa la vida, estas personas están dispuestas a aceptar relaciones tóxicas, a ser el miembro de la pareja que sostiene la relación, el que trabaja para lograr el perdón o la aceptación de una mujer que no se siente satisfecha nunca, porque tú no eres el marido que ella habría deseado.

Son esos compañeros de trabajo que tienen una sombra perpetua sobre sus hombros. Son los que reciben el encargo, el equipo electrónico o el horario que nadie más quiso y sólo él estuvo dispuesto a cumplir.

Estamos en época de festejos, de cierre de año y de reuniones con la familia y los amigos. Tú sabrás cómo resolver este dilema de conciencia y definirás tu trato al otro, al prójimo más cercano, al que espera de ti un trato digno.

No sé si el diablo tenga listas las zaleas emocionales para los seres humanos que sienten que ya no pueden enfrentar tanta guerra, tanta desolación y tanta pobreza, todos los retos que nos presenta el momento histórico que nos tocó vivir. No queda más remedio que fortalecer la armadura para salir a la calle, redoblar esfuerzos y pronunciar palabras de ánimo destinadas a quien vive en la tristeza. Ojalá que podamos hacerlo.

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