Caminar por las calles de Querétaro, desde marzo hasta mayo, es recibir una lluvia de flores color lila, regalo de las jacarandas que crean efímeras alfombras. En verano, los flamboyanes son flamas de una hoguera que enciende los árboles y compite con el estridente rosa de las buganvilias que pintan la ciudad vieja para provocar nostalgia.
Este año, el panorama fue distinto. Las áreas verdes de los caminos se volvieron páramos. La tierra seca se levantaba en polvaredas al menor viento. Capa sobre capa de polvo estéril rodeaban las tristes jacarandas flacas, esqueletos vegetales que no pudieron generar su fronda.
El 10 de mayo de 2024, el gobernador firmó la declaratoria de emergencia por estrés hídrico, debida a una sequía severa, extrema y excepcional, que duró varios meses.
En julio, en plena temporada de huracanes, lluvias intensas y duraderas fueron llenando las presas, bordos y ojos de agua. Las jacarandas, por fin, florecieron alegres.
En el ciclo vital de los seres humanos, muchos florecen tarde.
La cultura a que pertenecemos define nuestros pasos: estudiar, graduarse, conseguir un buen empleo, formar una familia, criar a los hijos y jubilarse. Si alguien altera este orden, es mal visto.
Sin embargo, como las jacarandas, hay personas que florecen en la tercera edad. En inglés se les dice late bloomers. Se definen por:
Descubrimiento tardío de habilidades – muchas vocaciones requieren una inversión de tiempo y aprendizaje hasta encontrar el camino donde podemos dar los mejores frutos, sin el conflicto interior entre lo que se quiere y lo que se tiene.
Persistencia – algunos dedican su tiempo a un trabajo que les resulta difícil y les exige sacrificios, porque están comprometidos con su familia. Cuando los hijos se van de casa, los padres por fin instalan el taller, el estudio o el jardín que siempre desearon.
Resiliencia – con el conocimiento adquirido en años de esfuerzo, enriquecen su pensamiento y se adaptan con más facilidad a las nuevas condiciones de vida.
Para florecer con inteligencia y llenar nuestras ramas de color, es indispensable olvidar el miedo al ridículo. Hay que decir: “Soy estudiante de arte. Tengo setenta años y estoy preparando mi primera exposición”.
Los late bloomers ya tienen una amplia experiencia. No necesitan probar que su aportación a la comunidad es valiosa. Ya fueron productivos, ya tienen madurez emocional y una vasta red de contactos, que pueden apoyar sus nuevas iniciativas.
El empresario Harland Sanders fundó la franquicia KFC a los 65 años, con la receta de su pollo frito que le hizo famoso. A los cincuenta, el científico naturalista Charles Darwin publicó su libro El origen de las especies, sobre la teoría de la evolución. La cocinera Julia Child tenía esa edad cuando comenzó a ser maestra de gastronomía. Escribió libros que se editaron por millones, condujo programas de televisión donde enseñó a cocinar y servir platillos franceses. Antes de eso, se graduó en Historia, fue publicista e investigadora secreta para el Servicio de Inteligencia de Estados Unidos. Todo sirve a los late bloomers.