He leído la crítica de líderes de opinión que destrozan el minucioso trabajo de los creadores de la serie Cien años de soledad, producción de Netflix. Dicen que la narrativa de Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura, es inasible e infilmable. Se quejan del trabajo de los productores y directores de cine que se han atrevido a tocar la obra del gran escritor del realismo mágico, el hombre que detonó el boom latinoamericano.

Siempre ha habido apocalípticos e integrados, palabras que el italiano Umberto Eco usó para definir a los extremistas: los apocalípticos sienten que el mundo en que vivimos perdió el encanto y el arte se perdió porque hubo quienes se creyeron capaces de llevar una novela a los medios electrónicos, al cine, teatro o comedia musical.

Cien años... está en camino de convertirse en clásico. Como las tragedias de la Grecia del siglo IV a.C., o las enormes piezas de literatura de todos los tiempos: Don Quijote, la dramaturgia de Shakespeare, la novelística rusa del siglo XIX.

Todos los libros que contienen la vida, con sus penas y alegrías, con personajes que adquieren vida en el cerebro del lector, van definiendo un escenario mental. Cada uno inventa su propio Macondo en la imaginación. No solamente el pueblo se despliega en la mente del lector, sino el rostro del protagonista, la expresión de la dama, el relincho de los caballos, el aroma de la cocina, la penumbra del taller.

Por eso, hay quienes se indignan al ver a sus amados seres literarios en la pantalla: no son idénticos a los que las páginas del libro le provocaron: durante el proceso de la lectura, los personajes que describió el autor pasaron de los ojos con que leyó las palabras a los oídos (hay quienes asignan voces a los diálogos, y activan la memoria auditiva para definir sus tonos) y luego despiertan otras zonas: memoria gustativa, olfativa y emocional. Cada uno crea su propio teatro en la intimidad de su cama, en el sillón de su casa, en su rincón favorito.

Sin embargo, la serie se ha mantenido en el top 10 global de series de habla no inglesa. En Colombia, los seguidores de García Márquez han recibido con alegría esta narración visual de los amores, guerras, conflictos familiares, aventuras, etapas de prosperidad y de pobreza a lo largo de siete generaciones de la estirpe Buendía.

La producción, dirigida por la colombiana Laura Mora y el argentino Alex García López, se grabó en Colombia con el respaldo de los hijos del autor y se estrenó el 11 de diciembre de 2024 en 190 países.

Celebro el hecho de que millones de espectadores de todo el mundo tendrán acceso por vez primera a la narrativa latinoamericana. Esta serie despertará el anhelo de leer a García Márquez y al navegar en la red descubrirán a Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges o Elena Garro. Y a los colombianos más recientes, como Juan Gabriel Vásquez y Héctor Abad Faciolince.

Picasso se atrevió a crear a Don Quijote con unas líneas de tinta. Desde entonces, esa es nuestra visión del caballero español. La serie de Netflix pone rostro a Úrsula y Aureliano. Así los recordaremos por muchos años más.

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