La religión es un excelente aliado de la vida en comunidad, al ser convertida en práctica religiosa que incluye ritos, oraciones y estructuras del pensamiento que llevan a los creyentes a hacer el bien al prójimo.

Sin embargo, cuando las creencias religiosas incitan a la división entre seres humanos, pueden llegar al extremo de provocar guerras de odio, destructivas y sangrientas, en las que mueren cientos de miles de hombres y mujeres, incluyendo niños y ancianos.

El 7 de octubre de 2023, entre israelíes y palestinos, se inició la guerra religiosa más devastadora de que se tenga registro. Ha sido un año de muerte y dolor. Miles de personas, de ambas partes, perdieron la vida. La franja de Gaza está destruida, por lo cual sus habitantes tuvieron que huir y convertirse en refugiados, buscando nuevos lugares para vivir. En este momento, 7 de octubre de 2024, más de dos millones de personas que vivían en Gaza no tienen un techo sobre sus cabezas. Sus hogares fueron quemados, o sobreviven entre ruinas, sin servicios, en medio de la catástrofe. No hay manera de vivir ahí.

La guerra ha ido involucrando a otros países: Irán, Yemen y Líbano, cuya capital, Beirut, ha sido bombardeada, es una herida más en el corazón del mundo. La intervención de Estados Unidos, cuyo presidente Joe Biden prometió mantener a 43,000 militares en la zona, nos lleva al escalamiento de la violencia.

En medio del ruido ensordecedor de las bombas, dos voces se levantan para proponer, de manera conjunta, un camino para la paz: el exprimer ministro israelí Ehud Olmert y el exministro palestino Nasser al Kidwa piden la liberación de los rehenes y se pronuncian a favor de la convivencia de los dos Estados al regresar a los acuerdos que fijaron las fronteras en 1967, sin soberanía sobre la ciudad vieja de Jerusalén.

Olmert y Kidwa desean involucrar a sus vecinos, en particular a las naciones musulmanas, incluyendo a Arabia Saudí, para fortalecer sus propuestas de paz. La zona en que se encuentran está en riesgo si la guerra sigue su curso, con las consecuencias negativas que conocemos; es imposible que haya un sano desarrollo económico si no se recuperan las garantías individuales.

Los dos líderes proponen liberar a los rehenes israelíes retenidos en cautiverio por Hamás y lo mismo solicitan a Israel: dejar en libertad a los prisioneros palestinos. Los ejércitos israelíes tendrán que salir de Gaza.

Proponen que una parte de la actual Cisjordania, incluyendo la zona de Jerusalén donde viven israelíes, sea anexada a Israel, a cambio de un territorio israelí del mismo tamaño, que se entregaría a Palestina.

El corazón del conflicto, desde hace siglos, es la ciudad santa de Jerusalén. Los autores de este plan de paz sugieren dejar la parte vieja al margen de los acuerdos, para proteger su integridad.

Las ciudades que sufren atentados y destrucción fueron cunas de la cultura mundial, que albergan vestigios en arquitectura, artes plásticas, libros y documentos fundamentales para comprender la Historia.

Olmert y Kidwa, que conocen el conflicto hasta la médula, afirman: “En un periodo de oscuridad tan aterradora, hemos elegido hacer brillar una luz de esperanza y señalar el camino que nuestros dos pueblos deben tomar”.


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