Cañas de bambú con la punta afilada: esa es la herramienta de los héroes mexicanos de la brigada Topos Azteca, rescatistas que viajaron a Valencia, España, para localizar a las víctimas de la dana que asoló esa región a finales de octubre, 2024. Clavaban sus cañas en el lodo, para detectar materiales rígidos como automóviles destrozados, suaves como el cuerpo humano.

La depresión aislada en niveles altos, llamada gota fría, es un fenómeno climático que ocurre con poca frecuencia. Como enviada por un dios furioso, cae la lluvia en golpes de agua destructiva que forma riadas hasta alcanzar, en pocas horas, el equivalente a un año de precipitación. En algunas zonas de Valencia, se registraron más de quinientos litros por metro cuadrado, que inundaron calles, plazas y edificios. Más de doscientos personas murieron y se contaron decenas de desaparecidos.

La tragedia llevó a especialistas en rescates de todo el mundo. Gente de piel dura, mirada capaz de identificar señales, inteligencia emocional de alto nivel y un corazón que abarca pueblos. Héctor Méndez, el Topo Mayor, declaró: “Buscamos personas con rostro, con nombre, con apellido, venimos a hacer lo que las familias no pueden. Considérame como el amigo de tu padre, a quien ustedes llamaron para que viniera a buscarlo”.

Esta tarea, ingrata como pocas, ha permitido, a cuatro semanas de la tragedia, que los equipos de limpieza hagan mejor su labor de otorgar nueva vida a una ciudad arrasada. Dijo el portavoz de los Topos: “Nosotros encontramos los cuerpos para que sus familiares no lo hagan, porque están afectados emocionalmente. Están deshechos a nivel físico y moral”.

Por esas maltratadas calles viejas pasan bicicletas nuevas, una donación gestionada por Alberto Contador, uno de los mejores deportistas españoles; este madrileño obtuvo dos títulos en el Tour de Francia, dos victorias en el Giro de Italia y tres en la Vuelta a España. Se retiró del ciclismo profesional en 2017 y creó Bicis para la Vida by Škoda, un proyecto de la Fundación Contador.

Este organismo ha llevado contenedores con ayuda humanitaria y bicicletas nuevas para que los habitantes se desplacen a sus quehaceres y recuperen la vida diaria. Los donadores son voluntarios, tiendas e instituciones que promueven el ciclismo.

Mi marido y yo, recién casados, vivíamos en Boston cuando ocurrió el sismo del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México, que quedó sin servicio telefónico. Los vuelos fueron suspendidos. La angustia de nuestros amigos era enorme, al no poder comunicarse con sus familias. Nosotros llamábamos a Querétaro, dictábamos datos a mis padres para que Kiko Niembro, querido amigo radioaficionado, enviara mensajes a sus colegas en la zona afectada por el terremoto. Ahí, un chico en bicicleta llegaba al domicilio indicado, con la tarjeta que hacía saber a los parientes la preocupación de sus hijos en Boston. El muchacho, veloz como Mercurio, volvía a la casa del radioaficionado con la respuesta. Siempre fueron noticias felices.

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