El artículo de investigación “Costos económicos y distributivos de la cancelación del aeropuerto de Texcoco”, de Guillermo Woo, un joven y agudo economista mexicano, acaba de obtener el primer lugar en el concurso convocado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias. A pesar del título, esa interesante investigación no se ocupa de estimar los enormes costos financieros que representó dicha cancelación. Esto ya fue hecho, y muy bien, por el Auditor Especial de Desempeño, Agustín Caso. La cifra ronda los 332 mil millones de pesos de entonces.

Lo que en realidad Woo estima son los costos menos aparentes: lo que la economía mexicana perdió en el corto y mediano plazo debido a la cancelación del aeropuerto de Texcoco, pues esa medida causó de manera inmediata un desplome de la inversión privada y, posteriormente, del consumo. Usando métodos econométricos recientes, el joven economista estima el rumbo que la economía mexicana hubiera tomado sin ese inexplicable capricho presidencial y lo compara con la senda que la economía acabó tomando en realidad.

Sus hallazgos son deprimentes, por decir lo menos. Considerando tan solo los trimestres comprendidos entre la cancelación del aeropuerto de Texcoco y el último trimestre antes de la erupción del Covid-19 en México, las pérdidas estimadas de nuestro producto interno bruto fueron del orden de 1.04 billones de pesos. Es decir, nada más restringiendo la estimación al corto plazo, las pérdidas en la producción de México fueron más de tres veces mayores que los costos financieros mencionados con anterioridad.

Otra consecuencia de la cancelación del aeropuerto es, de manera previsible, que las mayores caídas económicas fueron sufridas por la Ciudad de México y la región centro del país. Y otra más, no tan previsible, es que la cancelación empeoró a nivel nacional la distribución del ingreso de los hogares. Así, el trabajo “aporta pruebas causales de los efectos adversos del abuso del poder público por parte de un político populista”, concluye el autor.

Pero los notables trabajos de Woo y de Caso solo dan cuenta parcialmente del desastre. Como se comentó alguna vez aquí, la cuestión fundamental que debió estudiarse antes de cancelar el aeropuerto no era nada más la estratosférica cantidad de millones de pesos que se iba a malgastar, sino la consecuente complejidad del espacio aéreo que se daría al no construir tan solo un gran aeropuerto en Texcoco. En efecto, a medida que se incrementen los vuelos en los tres aeropuertos importantes de la zona, el Benito Juárez, el Felipe Ángeles y el de Toluca, su coexistencia representará no solo mayores tiempos de vuelo para todos los viajeros, sino, por desgracia, un riesgo creciente de accidentes aéreos.

En suma, entre los numerosos errores que han sido cometidos por el actual gobierno destaca, por su gravedad, la cancelación del aeropuerto de Texcoco. A los costos financieros, económicos y sociales antes mencionados habría que agregar, además, los gastos que se tendrán que hacer en el futuro para poder tener en el Valle de México un sistema aéreo digno, eficiente, eficaz y, lo que es más importante, seguro para todos. ¿Se retomará el proyecto del aeropuerto de Texcoco el sexenio que entra? Quién puede saberlo. Lo cierto es que para salir del enredo que enfrentamos no parece existir otra alternativa viable.

Investigador emérito del SNI

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