¿Podemos sembrar nubes para cosechar lluvias? Probablemente el primer proyecto del que se tiene registro en México fue en 1949, cuando la compañía Luz y Fuerza distribuyó yoduro de plata en los nublados cielos de la cuenca de Necaxa y el río Lerma, por doce años.

El yoduro de plata es un compuesto químico que cuando se libera a través de zonas de alta humedad provoca que las moléculas de agua se peguen a su alrededor. Cuando estas pequeñas gotitas se adhieren a otras forman una gota más grande que finalmente sucumbe a la gravedad y cae como lluvia. Suena muy maravilloso para tiempos de sequía, pero no es tan simple y su efectividad es altamente variable.

En primer lugar, se necesita que existan humedad o nubes en el cielo y en segundo, no todas las condiciones o nubes son candidatas para inocular la lluvia. De acuerdo con el artículo publicado por el grupo de investigación liderado por Guillermo Medina-García del INIFAP, parece que las susceptibles son nubes con temperaturas inferiores a los 0 °C, sin embargo también indican que en México se han logrado algunas precipitaciones aun cuando no se encuentren las condiciones ideales. Pero que llueva sobre los campos no es suficiente: al menos 3 mm de precipitación por evento deben suceder para que sea relevante para la agricultura.

Destacan también que los resultados pueden ser tan variables, que en algunos registros pareciera que se disminuyó la cantidad de lluvia, aunque sospechan que se puede deber a que los resultados estables son visibles después de cien días de aplicación. Buenísima opción… si tienes un negocio de yoduro de plata.

Además de ser un tema fascinante de “ingeniería climática” es relevante en nuestro estado debido a que Roberto Jiménez, titular de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario del municipio de San Juan del Río, declaró estar evaluando la posibilidad de aplicarlo. Pero advierte: es caro.

Es caro, ¿pero es viable? Al respecto, Carlos Iván Aguilar, del Laboratorio de Calidad de Agua y Suelo de la Facultad de Ciencias Naturales UAQ, declaró que “es una solución viable solamente al corto plazo y después de haber efectuado un estudio complejo de cómo se interrelacionan los aspectos antrópicos y ambientales (…) intervienen agricultura, cubierta forestal, zona urbana e industrial, escurrimientos, arroyos y ríos; y lo esencial: ecosistemas acuáticos.” El académico y también activista, advierte los posibles efectos adversos por la bioacumulación de los iones de plata en los ecosistemas acuáticos y el desbalance de precipitación en zonas de inundación, lo que es un problema muy sensible en San Juan del Río.

Así, las diferentes demarcaciones y sus poblaciones estamos en sistemas altamente interrelacionados, con disponibilidad de promesas tecnológicas para salir avante, cuyos estudios y análisis de impacto suceden sobre la marcha y en la aplicación esperamos que no se convierta en un meme de los Simpsons, donde nada puede “malir sal”.

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