Algunas plantas se ponen “coloradas” con los estímulos correctos. El cambio de color no es algo tan humano como “chivearse”; estas plantas son especiales y han sido modificadas para cambiar de color cuando están en presencia de contaminantes organofosforados cuyo uso en la agricultura está prohibidos en algunas naciones. Su capacidad de detección de moléculas muy específicas las convierte en dispositivos biosensores.
Imaginemos un detector de humo para prevenir incendios: hay una fuente de humo, éste se acumula y llega hasta el detector, luego la señal es reconocida y relacionada con un incendio, lo que provoca una alarma o la activación de aspersores de agua. Es decir, hay una señal (humo), un detector (el aparato) y una respuesta (alarma, rociadores de agua). Este circuito pasa en animales y plantas, la señal puede ser una molécula muy particular, como una hormona.
El equipo de investigación responsable de estas plantas biosensoras es liderado por Sean Cutler de la Universidad de Riverside. Ellas se inspiraron en la regulación de las plantas que se encuentran en estrés hídrico: la poca cantidad de agua genera una señal, se produce ácido abscísico (hormona), que es reconocida por un sensor, un detector específico, en el que la hormona embona a la perfección. Así, la falta de agua genera una señal que es reconocida y provoca un cambio: cerrar los estomas, que son los sitios por donde se pierde el agua, que es poca, y que ya no puede liberar de manera segura.
Especificidad a una molécula y respuesta. Así, crearon plantas transgénicas que reconocen pesticidas prohibidos, que al “embonar” con los detectores a la medida del pesticida, provoca un cambio de coloración.
Sus hallazgos tienen su propio peso, pero las posibilidades del uso de esta tecnología para otras aplicaciones son interesantes. Si es posible generar detectores biológicos para cualquier molécula e introducirlo en un organismo, como una planta o una bacteria, en potencia podríamos detectar el compuesto que queramos, como drogas legales e ilegales, por ejemplo.
La biología sintética, entre otras aplicaciones, busca rediseñar sistemas biológicos existentes. Así, se rediseña la respuesta hormonal para que se genere un rubor que delata la existencia de moléculas que la población de una localidad podría incluso consumir sin siquiera darse cuenta, lo cual puede ser catastrófico para la salud pública a largo plazo.