Era 1973. Un grupo de trabajadores llegó al patio lateral de la antigua casona con la encomienda de reparar una humedad sobre uno de los gigantescos muros interiores. Al comenzar a raspar la superficie de 94 metros cuadrados, que va de piso a techo, los colores del fondo comenzaron a brotar como si quisieran gritar después muchos años de encierro. Lo que estaba oculto bajo una pared falsa de tela de algodón era uno de los más grandes e importantes murales hechos en México en la década de 1930 y no por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros ni José Clemente Orozco, los grandes referentes, pero sí por dos de sus recomendados que, igual que ellos, hoy se venden en miles de millones de dólares en las galerías de mayor prestigio en el mundo: Philip Guston (Canadá) y Reuben Kadish (EU).
La majestuosa obra tiene dos nombres. Los autores la bautizaron como “La lucha contra el terrorismo” y los locales la limitaron a “La inquisición”. Está ubicada en lo que hoy es el museo regional michoacano, en pleno de centro de Morelia, pero que en 1864 funcionó como una breve casa de verano para el emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota, y que en 1934, año en que los artistas comenzaron a pintar, estaba bajo control de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. La obra permaneció tapada desde 1940 por dos motivos: para evitar los ataques de grupos radicales católicos y porque el arzobispo de la época no quería llevar al museo la pintura de “El traslado de las monjas dominicas a su nuevo convento” hasta que taparan de la vista lo que consideraba un rival incómodo.
El mural trata sobre el racismo y la intolerancia de la época, y 90 años después continúa vigente. Desde la parte alta del costado izquierdo, tres trabajadores bajan de escaleras para golpear con maderas y púas incrustadas a una enorme figura que cae y que representaría a la inquisición. Al centro, en la parte alta, dos hombres encapuchados, con una cruz invertida, mientras abajo cuelga el cuerpo semidesnudo de una mujer ahorcada, atada de pies y manos. En el lado derecho, también en la parte baja, está el cuerpo de un hombre electrocutado, cubierto por una sábana, haciendo referencia al Ku Kux Klan y al movimiento liderado por Hitler. A la obra oscura la rematan dos laterales, encima y abajo del pasillo. Arriba, una mujer y un hombre viejos, recuperan el cuerpo de un joven también ahorcado. Abajo, una gigante cabeza rota, una máscara de teatro y al fondo un ritual de quema de judíos.