La izquierda en ningún lugar del mundo es un monolito de pensamiento único. Morena no podría ser la excepción. Desde que comenzaron a concretarse las reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos –propuestas el 5 de febrero por el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador– y, después de conseguir el triunfo de la actual presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, así como la mayoría calificada con la coalición Morena, Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México, las voces críticas dentro del movimiento no se han hecho esperar.

Carlos A. Pérez-Ricart, politólogo que formó parte del Mecanismo de Esclarecimiento Histórico dirigido a investigar violaciones a derechos humanos entre 1965 y 1990, expresó su desacuerdo con la Reforma al Poder Judicial. Hernán Gómez, periodista que había acompañado (y celebrado) acciones realizadas por el gobierno de la 4T, manifestó su preocupación por la concentración de poder de Morena. Y, la periodista, escritora y directora de teatro, Sabina Berman, recientemente señaló su disconformidad con la reelección de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra.

La crítica emanada dentro del movimiento de izquierda detonó un conjunto de declaraciones en las que acusaron de “traidores” a quienes tenían posturas distintas. Incluso, la CNDH salió a defender a su ratificada presidenta.

En un comunicado de seis páginas, la CNDH señaló a Sabina Berman de “cien y una bajezas”, prometiendo “desenmascarar” las intenciones secretas de su opinión.

Esta circunstancia abre un debate en torno a si Morena y sus aliados están actuando en consecuencia con los principios planteados acerca de la lucha en contra de la corrupción y eliminar organismos descentralizados para mejorar la transparencia.

Y, a propósito de la reelección de la presidenta de la CNDH, Rosario Piedra Ibarra, preguntar si esta decisión política es consecuente con los principios defendidos por la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, que apuesta por la no reelección y el avance para resarcir agravios históricos e injusticias presentes.

A lo anterior, se suma la crítica de quienes consideran que el Congreso de la Unión se encuentra en manos de dos personajes alejados de los principios de Morena: Ricardo Monreal y Adán Augusto López, quienes lideran las bancadas del partido en la Cámara de diputados y senadores, respectivamente.

Al mismo tiempo, frente a la crítica expresada en los últimos días es importante recordar que, cuando alguien emite un juicio –sea opositor o aliado de Morena– debe tomar en consideración al otro. No basta con manifestar libremente una opinión, ambas partes deben tener un espacio de reconocimiento y respeto en la trama: el crítico y quien es sujeto de esa crítica.

Un ejercicio positivo de la crítica exige abrir un espacio de diálogo y escucha entre las partes confrontadas. Anular la voz del otro, sea desde cualquier lugar que se emita la opinión, deriva en un resultado negativo de la práctica política donde ambas partes quedan anuladas ante la opinión pública. Valdría la pena avanzar en la crítica a Morena, desde Morena.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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