Claudia Sheinbaum Pardo es la primera mujer en ocupar el más alto cargo en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en la historia de México. No llega por cuota de género, sino con el apoyo de cerca de 36 millones de sufragios. Se trata de la votación más cuantiosa recibida por un candidato a la Presidencia de la República en nuestro país. Con su voto, la ciudadanía decidió otorgarle un mandato irrebatible para dar continuidad a la 4T.

La actual presidenta de México, investida el día de ayer con la banda presidencial, en reiteradas ocasiones manifestó que no llegaba sola, “llego nutrida y llena de la fuerza que proviene de nuestras ancestras, nuestras abuelas, nuestras hijas y nuestras nietas”.

Heredera del legado de AMLO, de sus principios y valores. Pero, sobre todo, comprometida a impulsar con toda su fuerza y convicción la dignidad del pueblo de México. En este marco se explica la decisión de Claudia Sheinbaum de no invitar al rey de España a su toma de posesión el 1 de octubre.

Ante el reclamo formal del gobierno español de vetar al rey Felipe VI, la presidenta de México respondió que, en 2019, el hoy expresidente Andrés Manuel López Obrador, envió una carta personal al rey en la que le pedía que, con motivo de la celebración de 200 años de Independencia de México, el reino de España expresara una disculpa por los “agravios causados” a los pueblos originarios durante la conquista de México.

“Lamentablemente, dicha misiva no mereció respuesta alguna de forma directa, como hubiera correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales”. A lo que añadió, “en cambio, parte de la carta se filtró en medios de comunicación y posterior a ello, el Ministerio de Asuntos Exteriores de España realizó un comunicado de prensa. Hasta el momento, esta circunstancia no ha sido aclarada, ni respondida de forma directa al gobierno de México”.

Claudia Sheinbaum destacó que en su política de gobierno “el reconocimiento de los pueblos indígenas es fundamental”. Esta declaración involucra dos cuestiones, la exigencia de justicia y el respeto a la dignidad de los pueblos originarios, cuya cultura milenaria engrandece los valores de los mexicanos de hoy.

La fuerza de la presidenta de México se sostiene sobre el legado de Andrés Manuel López Obrador. Continuar su herencia, significa respetar la decisión del pueblo, pero, también fortalecer los logros obtenidos durante el último sexenio.

Los nuevos proyectos deberán tener su base en las luchas presentes y pasadas. El liderazgo de Claudia Sheinbaum no puede hacer concesiones al poder que históricamente ha oprimido a las mujeres. Su forma de gobernar tendrá que ser contundente. Llegar al gobierno no significa dejar de luchar, sino hacerlo desde una trinchera distinta.

Reconfigurar el andamiaje del Poder Judicial para que camine a la par de la justicia social, de la justicia de género y derechos de las mujeres, de la justicia ambiental, de la justicia indígena, sólo por mencionar algunos pendientes, sin duda, constituye el reto más importante que enfrentará la presidenta de México.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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