Mientras en 1989 se celebraba el desmoronamiento de los viejos bastiones de la Europa de la Guerra Fría y la Sudáfrica del apartheid, Estados Unidos hoy revitaliza la edificación del muro en su frontera sur y la valla de Israel que serpentea los territorios de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán.

La frontera México-Estados Unidos es la décima más grande del mundo, entre las 310 existentes en el globo, con una colindancia de 3,141 km. Una “línea divisoria” que Donald Trump pretende fortificar para mostrar a sus votantes –y, a la población mundial–, que es posible separar la opulencia de la pobreza.

Levantar muros constituye un importante negocio para la industria armamentista y tecnológica. Además de las multimillonarias ganancias de los sectores agrícolas y de la construcción, derivadas de la inmigración indocumentada.

Entre los muros más peligrosos destacan el levantado en Israel en 1971 para limitar a Cisjordania, reconstruido en 2002 para evitar el paso de los palestinos a su territorio. Aunque la intención no sólo era impedir el tránsito de personas, sino extender su dominio hacia otros territorios. Y, el situado entre Estados Unidos y México, construido en su primer tramo en el periodo de 1990 a 1993, extendiéndose desde el Océano Pacífico hacia el interior, fabricado con planchas de aterrizaje de la fuerza aérea, remanentes de la guerra de Vietnam.

En 1994, el muro fue ampliado bajo la administración del demócrata Bill Clinton, a través de la denominada “Operación Guardián”, destinada a proteger la frontera de Estados Unidos para disminuir el tránsito y el índice de criminalidad generados, supuestamente, por el Sur Global.

Durante la presidencia de Donald Trump en 2016, la elevación de la valla tomó mayor fuerza al ser un componente fundamental de sus promesas de campaña. Con su retorno, después del triunfo en las elecciones de 2024, el fortalecimiento de la frontera sur representa el símbolo que sintetiza su promesa de “regresar la grandeza a EU”.

La edificación de ambos muros representa un esfuerzo espectacular y costoso del que se benefician grandes consorcios armamentistas y oligopolios tecnológicos especializados en sistemas de inteligencia. “Tarea” que combina levantar barreras de hormigón con acero triplemente reforzado, seguidas de vallas virtuales atisbadas con equipos de vigilancia de última generación, unidas a territorios desérticos de los que emergen postes de cemento situados estratégicamente para evitar el paso de vehículos todoterreno.

“La valla de seguridad” de Israel que serpentea los territorios de Gaza, Cisjordania, Altos del Golán y la “barrera fronteriza” entre Estados Unidos y México, configuran los dos muros más onerosos y de mayor atención política que existen en la actualidad.

El primero, resultado de una arquitectura colonialista de poblamiento y ocupación. El segundo, responde al temor de los efectos que pueda tener el Sur Global sobre la economía estadounidense, ante décadas de expoliación y despojo de sus recursos naturales y explotación de la inmigración indocumentada. Al final, se trata de dos puntas de la misma madeja.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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