The New York Times (NYT), históricamente representa uno de los medios de información más importantes de Estados Unidos y del mundo entero. No obstante, el giro observado en los últimos tiempos indica cambios relevantes en lo que se refiere a sus atisbos de periodismo crítico.

En 2018, tras la difusión de un artículo de opinión publicado por el NYT, escrito por un funcionario del gobierno de Donald Trump donde afirmó que, junto con otros colegas, “trabajan diligentemente para frustrar partes de la agenda [de Trump] y sus peores inclinaciones”, asegurando que “la raíz del problema es la amoralidad del presidente”. Hoy, el mismo medio, publica una investigación periodística en la que muestra, supuestamente, cómo opera la producción de fentanilo en una cocina doméstica en el centro de la ciudad de Culiacán, Sinaloa.

El reportaje referido carece de sustento científico, según mostró en la “conferencia mañanera del pueblo”, un grupo de especialistas del gobierno de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el pasado 2 de enero. A pocos días de la toma de posesión de Donald Trump a la presidencia de Estados unidos, fue publicado el artículo en el NYT, elaborado por las periodistas Natalie Kitroeff y Paulina Villegas.

La información presentada en el NYT fortalece la narrativa de Trump de que en México se produce fentanilo que es introducido a través de los carteles del narcotráfico a EU. Apenas el 22 de diciembre pasado, el presidente electo señaló que uno de los pendientes de su primer día de gobierno sería designar “inmediatamente, a los cárteles [del narcotráfico] como grupos terroristas”. Declaración que abre la puerta al intervencionismo estadounidense en el territorio mexicano.

Pese al reportaje fallido del NYT y, aunque la respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum estuvo dirigida a desmontar la idea de que es imposible fabricar fentanilo en las condiciones descritas por las periodistas, nunca negó que en México no hubiera producción de esta adictiva y mortal droga.

El intervencionismo de Estados Unidos para “resolver” problemas de narcotráfico, que instancias como la DEA han instrumentado en diferentes países de América Latina y Oriente Medio, cuenta con una amplia experiencia de resultados negativos.

Hace 54 años, Nixon puso en marcha una maquinaria burocrática y propagandística declarando a las drogas como el principal enemigo de Estados Unidos. En la denominada “guerra contra las drogas”, los países pobres ponen los muertos, sufren la violencia y son acusados de narcotráfico.

Mientras tanto, las farmacéuticas estadounidenses promueven la adicción entre la población para obtener mayores ganancias y grandes consorcios armamentistas impulsan el tráfico ilegal de armas que terminan en manos de la delincuencia organizada. Todo esto, frente a los gobiernos omisos de republicanos y demócratas en EU.

En el pasado, NYT fue un referente del periodismo crítico. Incluso, de los propios gobiernos estadounidenses. Actualmente, se trata de un medio devenido en constructor de imaginarios al servicio de las políticas intervencionistas que Donald Trump promete poner en marcha a su llegada a la Casa Blanca.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale.

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