Después de 200 años de establecida la República, una mujer se convierte en presidenta de México. El jueves pasado, Claudia Sheinbaum Pardo recibió de manos de Mónica Soto, magistrada presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), la constancia de mayoría que la faculta para tomar posesión de su cargo el próximo 1 de octubre.

El TEPJF resolvió la validez de la elección a la presidencia de la República por unanimidad.

Se trata de un día histórico en el que confluyen circunstancias sin precedente en nuestro país. Por primera vez, llega una mujer a ocupar la más alta magistratura en México. Pero, también, es la primera ocasión que un gobierno progresista consigue la continuidad para desarrollar su proyecto político, social y económico.

A lo anterior, se suma la más alta votación emitida por la ciudadanía para otorgar el cargo de la presidencia de la República. El pasado 2 de junio, Claudia Sheinbaum obtuvo 35 millones, 924 mil, 519 votos, lo que representa el 59.76 por ciento del total de la votación que le dio el triunfo sobre su más cercana contendiente, Xóchitl Gálvez, a quien aventajó con el 32 por ciento. Un hecho inédito e histórico.

Grandes son los retos que enfrentará la presidenta electa. En particular, el desarrollo económico y frenar la violencia desatada durante décadas que exige una respuesta puntual e inmediata.

En el acto formal en el que recibió la constancia que la acredita como presidenta electa de México, donde agradeció a millones de mujeres y hombres por otorgarle su confianza, declaró, “Este 2 de junio, el pueblo de México plasmó dos mandatos claros y contundentes, el primero: es tiempo de transformación y, el segundo: es tiempo de mujeres”. A lo que añadió, “la política se hace con amor, no con odio”.

Qué significa esto último. Muchos pensarán que es una frase vacía, sin embargo, están equivocados. Remite a una tradición histórica que atraviesa a la humanidad desde hace muchos siglos. En el pasado, una serie de cristalizaciones amorosas han guardado relación con la política: la philía en Grecia, el ágape en el cristianismo y la fraternidad en el pensamiento revolucionario.

Cuando la presidenta electa afirma que no se trata de un triunfo individual o profesional, que no llega sola, sino que llegamos todas [y todos aquellos que históricamente han sido excluidos y excluidas], apuesta por un concepto de la política basado en el amor al mundo y a las personas. Un principio sostenido en la pluralidad y la libertad.

El mandato expresado en las urnas fue claro, continuar con la 4T, la que inició en 2018, el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, lo que significa seguir construyendo un país de bienestar y derechos, en paz, fraterno, independiente, soberano, democrático y justo. Un México libre, “Nadie debe temer nada, el futuro es promisorio […] somos un país y un pueblo extraordinario”, declaró la presidenta electa.

Sólo a través de la deliberación, la inclusión de lo distinto y la justicia será posible crecer la democracia en México. De hacer política con amor.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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