Actualmente, la batalla política entre los gobiernos progresistas y las derechas radicales se configura en el terreno de la guerra ideológica-cultural, instrumentada a través de los grandes corporativos mediáticos. México, no es la excepción.

Con el triunfo de Claudia Sheinbaum, primera presidenta de México, quien representa la continuidad de la transformación iniciada en 2018, con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la estrategia de descalificación de los opositores para enfrentar al nuevo gobierno giró hacia la misoginia.

Diversas acciones concertadas muestran el sentido de esta operación. La declaración del comediante mexicano Rafael Inclán que circuló masivamente en redes sociales, en la que señaló: “ahora vamos a tener una ama de casa seis años”. Y, las constantes publicaciones de un monero que hoy se autoproclama “perseguido político”, Antonio Garci Nieto, después de publicar imágenes sexualizando a la senadora morenista Andrea Chávez. Práctica mediática que replicó anteriormente con la actual lideresa nacional de Morena, Luisa María Alcalde.

Resulta preocupante observar la ausencia de proyecto político de los opositores al gobierno de Claudia Sheinbaum. Al igual que sucedió en el sexenio pasado, carecen de agenda política. La estrategia sigue anclada a “la mañanera del pueblo” de la presidenta, a la que añaden el discurso de odio dirigido a mujeres que ocupan puestos de decisión.

México necesita una oposición fuerte, con argumentos sólidos y alejada de la descalificación basada en la misoginia. La democracia se construye cuando opositores y gobierno elevan la calidad del debate y ofrece al pueblo alternativas para luchar por un destino común. Cuando los opositores a Claudia Sheinbaum comprendan esto, el nivel de la democracia mejorará en nuestro país.

Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de México, los opositores imaginaron que las cosas serían más sencillas que con López Obrador. Una vez más, se equivocaron. La actual presidente resultó ser más ruda.

El liderazgo real de mujeres no atraviesa por establecer negociaciones “en lo oscurito”, ni por beneficiar a unos cuantos. La exclusión y descalificación que históricamente han vivido las mujeres modifica radicalmente las formas de gobernar. Apuesta por lazos y compromisos con los sectores desfavorecidos en otro registro. Gestiona equipos y articula estrategias que poco –o nada– tienen que ver con los liderazgos masculinos. Parte de un compromiso social, trabajo cooperativo y apuntala un cambio estructural de las relaciones tradicionales de poder.

La bandera de la misoginia, frente a estos nuevos liderazgos de mujeres, se topa con pared. Los tiempos han cambiado. Millones de personas, históricamente excluidas de los privilegios de la élite política y económica, tejen lazos de manera solidaria y respetuosa en la construcción de un México más plural e incluyente.

Con un estilo diferente y proyectos de nación específicos, Claudia Sheinbaum sienta las bases de un gobierno capaz de enfrentar la inseguridad, desigualdad y pobreza con un cariz particular. Nunca más, la actitud de odio, aversión y desprecio de los hombres hacia las mujeres. La deshumanización de la mujer lastima, no sólo a la democracia, sino a la humanidad entera.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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