Xóchitl Gálvez personifica un producto propagandístico que reproduce la lógica de modelos surgidos en otras partes de América Latina, creados para frenar el avance de gobiernos progresistas. Javier Milei, en Argentina, encarna uno de estos ejemplos. Portador de una trayectoria académica gris, irrumpe en el escenario político mediante una campaña mediática orquestada por las élites opositoras al gobierno de Alberto Fernández. Otro caso, lo representa Dina Boluarte, convertida en primera presidenta del Perú, después de la destitución de Pedro Castillo, quien fuera electo presidente por la ciudadanía de manera legítima y democrática.

La marca de identidad de estas figuras políticas de alquiler mediático la conforman sus biografías anodinas, posturas políticas ambivalentes y oportunistas, personalidades agrestes que utilizan palabras malsonantes, insultos e interjecciones contra sus adversarios.

Sin embargo, lo relevante de estos perfiles es que representan los intereses de las cúpulas políticas y financieras, nacionales e internacionales, quienes los “seleccionan” por ser portadores de una desnutrición cultural política que facilita la adaptación de sus trayectorias intrascendentes a cualquier tipo de relato ideológico, dirigido a “atrapar” a un sector del electorado inconforme o decepcionado con el gobierno que pretenden deshacer.

El asalto de los diversos “Milei’s” en el escenario político latinoamericano –documentado por Fernando Buen Abad en sus múltiples investigaciones–, tiene su base en la matriz de centros de operación mediática creada en torno al diseño de personajes delineados a partir de la agenda geopolítica de las élites financieras.

Xóchitl Gálvez responde a esta estrategia. En las últimas semanas, la senadora irrumpió en todos los medios de información corporativos y redes sociales realizando “disertaciones políticas” a destajo en las que se autoproclama defensora de la izquierda, mientras abandera las causas de la derecha. Un ejercicio de despolitización es operado a través de la vacuidad de sus discursos.

La diseminación de la imagen y relatos de la senadora Gálvez, no es una cuestión menor. Su persistente asalto a la opinión pública tiene como propósito generar “emboscadas mediáticas” –para utilizar un término de Fernando Buen Abad–, creadas para producir epicentros de distracción dirigidos a ocultar las verdaderas acciones del poder real, inmersas en la disputa por la apropiación de los recursos naturales de México.

Es necesario descentrar la atención de la figura de Xóchitl Gálvez, creada por laboratorios mediáticos de guerra ideológica y producción simbólica-cultural alojados en Miami, vinculados a la élite financiera y política representada por Claudio X. González, y enfocarse en desmenuzar lo que hay detrás del palabrerío de la senadora.

Su relato marcado por una impronta populachera, desenfadada y superficial advierte de la irrupción de un modelo antipolítico que intenta imponer una política descafeinada y banal, para enmascarar la guerra por el control de las riquezas naturales. Es importante saber quién paga, quién asesora y qué implica una campaña política de esta naturaleza.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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