Resulta oportuno mostrar lo que defienden los autodenominados “libertarios”, a propósito de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) –organizada por la “Unión Conservadora Estadounidense”, afín al trumpismo–, encabezada por Javier Milei en Argentina, a la que por primera vez asistió el empresario mexicano Ricardo Salinas Pliego.
En su discurso en la CPAC, Salinas Pliego declaró: “Quiero hablarles de una palabra clave: libertad. Y contra esa palabra los zurdos de mierda no pueden […] porque el zurdo tiene la otra palabra, que es igualdad. Y, esa palabra es nefasta, es nociva, está del lado del mal. Y, por eso estamos hoy hablando de la batalla cultural”.
Pero, cuál es el significado de la libertad que defienden personajes como Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, condenado por delitos graves; Steve Bannon, exasesor de Trump, preso durante cuatro años por el Asalto al Capitolio; Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil incapacitado para salir de su país por el proceso que tiene abierto por el Asalto a Planalto; Santiago Abascal, presidente de Vox en España; y, Javier Milei, presidente de la Argentina, al que se suma Salinas Pliego.
El emblema de la libertad para estos personajes se sostiene sobre el poder económico, financiero y tecnológico que determina las vidas que son “sacrificables”. Se trata de un poder “higienista y purificador”, que apela al racismo y el clasismo para “justificar” que existen amplios sectores de la población que son “desechables”.
Bajo esta lógica, la división racial y clasista que pregonan los “libertarios”, disecciona la retícula social para definir entre los individuos que deben ser protegidos y aquellos que “por su naturaleza” son sacrificables para cuidar de quienes “son productivos” –los empresarios, desde la óptica de Salinas Pliego–.
La “batalla cultural” a la que aluden es, ante todo, una batalla en la que entrelazan técnica con libertad. O, para ser más exactos, subordinan la libertad a la violencia de la técnica, entendida esta última como la que tiene entre sus manos la vida de las personas.
El movimiento planetario de la técnica moderna es un poder cuya capacidad para determinar la existencia de los seres humanos es radical. ¿Cómo interviene esta cuestión con la libertad pregonada por los libertarios?
James Robinson, economista británico, distinguido con el Premio Nobel de Economía 2024, recientemente afirmó que el “modelo libertario es bueno para trece familias”, pero un “desastre” para el resto de la sociedad.
Suponer que somos libres, alardear de nuestras libertades, de nuestra autonomía, paradójicamente, configura la trama utilizada por los libertarios para conseguir el consentimiento de sus seguidores y lograr sus propósitos. Un consentimiento invisible, cuya apariencia es la libertad que se traduce en el consentimiento a la sumisión, redoblado en la figura pública de la libertad.
La especificidad de la libertad de los libertarios no está ligada a las mentalidades, ni a ideologías, ni mucho menos a la democracia, sino a la capacidad de una élite para decidir sobre las vidas que deben ser sacrificadas en beneficio de otras, las de las trece familias a las que se refiere James Robinson.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale