Ante miles de seguidores en el Zócalo capitalino, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, presentó el informe de actividades realizadas durante sus primeros 100 días de gobierno. Y, aunque el periodo es muy corto para evaluar los resultados de su gestión, es posible diferenciar los rasgos que la distinguen de gobernantes que la preceden, incluido el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El primero se refiere al liderazgo femenino que ejecuta la presidenta de México. Una de sus características consiste en conciliar la mayor cantidad de puntos de vista posibles. Se trata de un liderazgo “colegiado” del que deriva la toma de decisiones a partir del consenso, del acompañamiento, de una trayectoria de ayuda. Parte de una historia de reconocimiento que va creciendo en la medida en que consigue mejorar la calidad de vida de los sectores más desfavorecidos, lo que permite ampliar y solidificar su base social.
Ciertamente, no basta que una mujer ocupe una posición de poder para imprimir un carácter distinto en la toma de decisiones, se requiere de la actuación de un liderazgo femenino que articule múltiples esfuerzos para modificar las condiciones de existencia de las personas a las que representa. Lo que distingue el liderazgo de Claudia Sheinbaum de los liderazgos masculinos es que no lo construye en “solitario”, ni depende del carisma, de la jerarquía, de la herencia, de la meritocracia, sino del trabajo en el terreno realizado con su equipo de colaboradores y la gente.
El segundo rasgo que distingue al gobierno de Claudia Sheinbaum es el compromiso asumido con el pueblo de México para dar continuidad a la 4T, iniciada en 2018 por Andrés Manuel López Obrador, y mejorarla ampliando las oportunidades y derechos. Nunca en la historia de este país se había conseguido que un gobierno diera continuidad al anterior. El nuevo presidente desechaba lo realizado por su antecesor para imponer su dominio y crear proyectos de interés personal, cuya consecuencia fue el empobrecimiento histórico de amplios sectores de la población.
Un tercer rasgo que distingue a la presidenta de México es que nunca perteneció a las filas del PRI, se formó en las luchas estudiantiles que enfrentaron la ola privatizadora que intentaba terminar con la educación superior pública. Esta particularidad introduce una nueva cultura política a la forma de gobernar. En este marco, también hay un giro en la educación, la salud y la vivienda que dejan de ser mercancías para convertirse en derechos constitucionales.
La fuerza del liderazgo femenino de la presidenta para enfrentar las amenazas de Donald Trump con ciencia, arte, prudencia, sabiduría e intelecto constituye uno más de los rasgos distintivos del gobierno de Claudia Sheinbaum. Pese a la evidente asimetría que existe entre México y Estados Unidos, la presidenta reiteró al cierre de su informe en el Zócalo capitalino, a quien está a pocos días de tomar posesión de la presidencia en el país del norte: “Nos coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos”.
Por lo menos, cuatro rasgos distinguen a Claudia Sheinbaum de gobiernos anteriores que son difíciles de identificar (¿o reconocer?) por los analistas.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale