El triunfo del republicano Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el pasado 5 de noviembre, abre un escenario de incertidumbre para México. Lidiar con el vecino del norte será uno de los mayores retos del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Migración, frontera, combate al narcotráfico y comercio son los temas que ocuparán el centro de la polémica –y necesaria deliberación–, durante los próximos cuatro años en la relación México-Estados Unidos.

Donald Trump llega con un nuevo impulso y todo el poder a la presidencia de Estados Unidos. No sólo se impuso ampliamente sobre Kamala Harris, tanto en el número de delegados como en el voto popular, también obtuvo la mayoría en el Senado y más escaños en la Cámara de Representantes, lo que le permitirá controlar con laxitud su agenda de gobierno.

La llegada al poder de Trump abre la preocupación por el retroceso de los derechos sociales, derechos humanos y derechos de las mujeres. Aunque, por otra parte, declaró que pondrá fin a la guerra de Ucrania-Rusia y Oriente Próximo. Al respecto, el presidente electo señaló: “No voy a empezar guerras, voy a frenarlas”, comprometiéndose a lograr la paz: “Durante mi administración tuvimos paz en Oriente Próximo y muy pronto volveremos a tener paz”.

Lo anterior, no significa que Trump será un presidente pacifista, ni mucho menos. No hay que olvidar que durante su primer gobierno llevó a cabo el envío de misiles antitanque Javelin a Ucrania en su lucha contra Rusia. Pese a que apunta una estrategia de gobierno centrada en la política interior y es cauteloso en cuanto a la participación de Estados Unidos en conflictos extranjeros, siempre deja abierta la posibilidad de pactar con el “mejor postor”.

Donald Trump es un “vendedor”, no un político. Y, en ese sentido, negociará cualquier asunto, incluido todo lo que prometió en su campaña a sus votantes, siempre y cuando logre el mayor beneficio. Aunque esta postura resulta problemática, por decir lo menos, posibilita un espacio político para la coordinación y el diálogo con el gobierno de México.

En la primera conversación entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente electo Donald Trump, el diálogo fue respetuoso y amable, pero hizo su aparición el tema de la “frontera”. Seguramente, será el punto de arranque para iniciar el amago para presionar al gobierno de México.

La amenaza permanente de detener la migración con la construcción de “muros”, las deportaciones masivas, el incremento de aranceles y el cierre de la frontera tiene como propósito aumentar el costo al gobierno mexicano para someterlo a las condiciones impuestas por Estados Unidos. Sin embargo, esto no cambia con la llegada de Trump, republicanos y demócratas utilizan la misma estrategia.

En el actual escenario todo puede suceder con el “impredecible” Donald Trump. Pero, lo que sí está claro, es que tiene disposición para convenir en cualquier tema, siempre y cuando consiga materializar sus intereses. Político no es, vendedor (tramposo), sí lo es.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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